el 6 de enero es una fecha en la que la ilusión exhibe toda su majestuosidad. Han pasado los días del encuentro familiar, del fin de año, del arranque del nuevo y llega enero con la ilusión de los Reyes Magos, en la que pedir y desear es lo obligado. Recuerdo la alegría del despertar el 6 de enero en una infancia feliz como la mía y también la impresión de comprobar que los Reyes Magos tienen reliquias y están en la catedral de Colonia. Fue en el viaje de cuando Pamplona selló su hermanamiento con Paderborn y decidí que merece la pena mantener esa ilusión de la infancia y, cada año, desear algo. Una perogrullada. De Perogrullo, cuyos orígenes se remontan al siglo XIII (si fuera el XII Olaia Biurrun arrancaría su melodía medieval), esa "verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza el decirla" (dice la RAE). Y de Perogrullo es recabar en los deseos cuando el año ha echado a andar y hay en el imaginario unos Reyes Magos, los otros no me interesan, a los que pedir el deseo de mejorar las cosas, las relaciones y las amistades. Deseos de afrontar el nuevo año con gruesa capa de salud para todos y todas; con pasos decididos para avanzar hacia una sociedad más libre, más justa, más equitativa, más igualitaria y más inclusiva; una sociedad en la que midamos nuestra huella ecológica; en la que el respeto a las ideas y los sentimientos dejen de molestar; en la que se actúe contra quien delinque y no contra el colectivo al que pertenece; en la que las mujeres dejen de ser víctimas? que quien gobierne deje de destruir lo ya hecho, apueste por nuevas iniciativas y guarde el rencor y la envidia en su casa; en la que paguemos impuestos para democratizar los servicios? Que vayamos hacia lo mejor. Por soñar que no quede. Es la ilusión de los Reyes Magos, siempre los magos.