la estructura del relato clásico en las tres secuencias del planteamiento, el nudo y el desenlace encaja en la novela de suspense que hoy constituye la política navarra. El primer acto lo conforma el resultado electoral, ante el que cabe refutar la tesis de que a Navarra Suma le atañe gobernar, aun desde la evidencia de que optimizó el sufragio conservador al alcanzar 20 escaños. Y es que la alianza de los tres partidos a la diestra, cuya presidencia todas las siglas restantes perjuraron no facilitar, sumó menos votos que el cuatripartito que invistió a Barkos y menos también que la adición de PSN y Geroa Bai, los probables actores en Navarra de un eventual Ejecutivo a la vasca aunque con los roles invertidos. Superada la fase introductoria de las urnas, el Gobierno foral se dilucida en el triple nudo negociador establecido por el PSN con Geroa Bai, Podemos e I-E, desde la premisa de que al socialismo navarro le va en el intento su propia existencia tras recuperar el nivel de apoyo ciudadano de 2007 y el segundo puesto en votos. Podemos e I-E van a contribuir al máximo al éxito del proceso por coherencia ideológica pero asimismo por la necesidad de redoblar su influencia ante una representación reducida a dos y un parlamentario, respectivamente. Y Geroa Bai, cuyo crecimiento se ha sustentado en buena medida en la merma de credibilidad del PSN, también empuja para que fructifique la operación no tanto por interés partidario sino por el bien superior de cortocircuitar el regreso a la Diputación de lo que se ha tildado de “navarrismo ultramontano”. Expuesto el diáfano diagnóstico, conjugando elecciones y negociaciones, el pronóstico sobre el desenlace se antoja sin embargo de lo más críptico. Sobremanera por las reticencias de un sector de la dirigencia del PSOE a gobernar Navarra con supeditación a EH Bildu, recelo tamizado por Sánchez aunque la nebulosa de la desautorización al PSN no acabe de disiparse. Si en efecto ese veto no se oficializase antes de que Chivite concitara los 23 escaños posibles sin Navarra Suma ni EH Bildu, correspondería a esta última sigla resolver la encrucijada. Y con tres opciones en el horizonte para la actual izquierda abertzale: proporcionar la presidencia a un PSN que no le reconoce como interlocutor formal pero al que haría dependiente de su criterio, restituir en el poder a una derecha que incluye en la ecuación el antiforalismo de Ciudadanos o abrir el melón de otros comicios imprevisibles. Como para hacer pública una apuesta, aunque cada cual tenga la suya.