la diferencia de voto entre bloques a izquierda y a derecha rondaba este fin de semana los tres puntos, en un rango de una docena de escaños, cuando tras los debates televisivos del pasado abril el 7% del electorado decidió cambiar de papeleta. Sentada la trascendencia del mitin grupal del lunes -pese a su decreciente audiencia catódica- en este contexto de volatilidad política, en el flanco progresista Sánchez e Iglesias se enfrascaron en el reparto de culpas por la ausencia de Gobierno, con resultado de empate infinito ante la falta de un horizonte de acuerdo cabal que reforzaría a los dos. Con todo, la institucionalidad del telegénico Sánchez y la sobriedad dialéctica de Iglesias habrían colmado las expectativas de los convencidos respectivos. Mientras, en la orilla del liberalconservadurismo ya no se discute el principio de utilidad debido a la constatación de lo estéril del voto a efectos monclovitas de Ciudadanos, que padece una tasa de fidelidad por debajo del 40%. De ahí que Rivera se afanase en el debate, con la demagogia habitual -y un punto más de histrionismo, asido al conflicto catalán adoquín en mano-, para contener la fuga de sufragio de la que se beneficia básicamente el PP solo con no cometer errores, amortizado ya en sus filas el coste de la corrupción. Por eso Casado adoptó el lunes el perfil de presidenciable tamizando su vis derechosa, impasible el ademán con Abascal, consagrado el ultra a excitar el voto emocional más patriotero, xenófobo y misógino en prime time y sin mayor oposición, un triunfo para la extrema derecha y una calamidad democrática. Nada o demasiado poco se debatió eso sí acerca de cómo estimular la lánguida economía y de las reformas urgentes en materia laboral, climática, de pensiones, dependencia o eutanasia, por ejemplo. Y menos todavía sobre cómo superar el bloqueo político primero y garantizar la estabilidad de un Gobierno coherente después. Con casi un tercio del electorado indeciso, los comicios dominicales se libran sobre el canto de un euro. Como la gobernanza que habrá de venir, porque estos mismos candidatos no tienen margen de supervivencia si nos condenan a otra votación, la tercera en un año.