falta de pasos y peanas, hemos visto a la muchedumbre llevando grandes torrijas al grito de "hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual" (sic). La cruz de esta Semana Santa, en las mismas puertas de la cuarta ola y a la espera de la inmunidad de rebaño se supone que para septiembre, toda esa muchachada que piensa antes en quienes pinchan en las fiestas clandestinas que en los sanitarios que inoculan las vacunas que nos dan la vida. Hay mucho joven necio, dígase lo que se diga, pero a esa majadería supina también cabe adscribir a abundantes gentes de edad que se maman como osos pardos por las terrazas acortando las distancias a cada copazo mientras la mascarilla se entumece al mismo ritmo que la sesera. Y después nos cagamos en los fils de pute de los franceses como si el escándalo de su presencia en pleno cierre perimetral eximiera de responsabilidad a los autóctonos insensatos, que ni son tan pocos ni van a menos si contamos a quienes se montan la barra libre de unidades convivenciales en sus domicilios. Sin que valga blanquear el incivismo por lo absurdo de alguna norma producto de la idioticia que caracteriza a demasiado político superado por su incapacidad antes que por la covid. Aunque luego están los cargos públicos que manosean a conciencia la pandemia para profundizar en la polarización que literalmente los alimenta, siempre enfrentando a unos ciudadanos con otros y hasta alentando la confrontación entre territorios. Cuando los representantes institucionales han sido llamados para la correcta gestión del bien común, lo que exige el arbitrio de soluciones a los problemas concretos en lugar de la búsqueda desesperada del conflicto a la caza de los votos sembrados por la discordia. Profesionales del tensionamiento ciudadano con eslóganes baratos que incluso en este contexto criminal exacerban la política emocional que rehúye el contraste programático y demoniza el consenso entre diferentes en aras al interés general. El debate público queda reducido así a una gresca permanente donde se trata de escoger bando a cada tuit, una dinámica agotadora mientras siguen las colas de la vacunación y del hambre. Qué asco da este cretinismo galopante sin distinción entre electos y electores. Para hacerse checo. O marciano.

Nos cagamos en los 'fils de pute' de los galos como si eso eximiera de responsabilidad al autóctono insensato, incluidos los políticos que buscan la gresca permanente