l principio me callaba, pues carecía de datos solventes para forjarme una opinión sólida antes de poderla emitir con el rigor suficiente. Pero ya no, cuando algún próximo me espeta si me pondría la vacuna mala le salto a la yugular. Que se me hincha la vena ante los agonías que todos los días se la juegan al volante y con tres ingestas de alimento al menos, soslayando el peligro cotidiano de accidente en la carretera e incluso de muerte por atragantamiento, y que sin embargo ahora bufan en cuanto se les menta AstraZeneca como si fuera la misma bicha. Porque claro que se comprende la duda como actitud vital de defensa, aunque sin caer en la obcecación negacionista como pose de autoafirmación frente a la mayoría y contra la razón. La lógica en favor de la inoculación de AstraZeneca resulta tan aplastante como que el riesgo de sufrir un coágulo es 19.500 veces mayor al contagiarse de covid que tras vacunarse. De hecho, y según la ficha técnica de la Agencia Europea de Medicamentos, esta vacuna podría registrar en el peor de los casos hasta 4 episodios de trombosis por cada millón de destinatarios (0,0004%), más insignificante aún si se compara con el 25% de riesgo si entras en la UCI, del 5% si te hospitalizan y del 1% de padecer una infección leve, como especifica la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia. Los inquisidores de AstraZeneca ya pueden ir renegando igualmente del ibuprofeno, que aumenta la probabilidad de padecer trombosis un 80%, así como del paracetamol, la aspirina o el omeprazol por sus contraindicaciones. Y que se olviden también de viajar en avión, ya que el riesgo de sufrir un trombo es 250 veces mayor al coger un vuelo que aplicándose AstraZeneca, cuyos efectos adversos en España no se han manifestado ni en el 0,2% de los vacunados, con 18 muertes atribuibles a este suero entre los primeros 34 millones de receptores en Europa y Reino Unido. Constatado el saldo positivo en términos de coste-beneficio y además en todos los grupos de edad, otro gallo nos estaría cantando si los esfuerzos dedicados a politizar la pandemia se hubieran consagrado a la divulgación científica con afán exclusivamente didáctico. Una ceremonia de la confusión con pautas distintas y variables emanadas desde todas las instituciones que se ha extendido desde ayer a la vacuna buena según los aprendices de brujo, la monodosis de Janssen ahora puesta en cuarentena hasta nueva orden. Así que los debates sobre marcas mejor los dejamos para las ginebras cuando podamos volver a las barras todos con nuestra vacuna, la que nos haya tocado. En suerte, desde luego.

La confusión se extiende a Janssen, así que dejemos los debates sobre marcas para las ginebras cuando volvamos a las barras todos con la vacuna que nos toque en suerte