Creo que pronto llegará aquí la campaña que hace unos meses lanzó la Cruz Roja holandesa bajo el lema No filmes, ayuda, en un intento de reeducar a la ciudadanía en el mal uso de la tecnología, concretamente a todas aquellas personas que ante un accidente, un hecho grave, una tragedia, un atentado... en lugar de coger el móvil para llamar a emergencias lo usan para grabarlo todo, sin medir la dureza de lo que ven, sin pensar que las víctimas son personas, con el único fin de colgar las imágenes en las redes, reenviarlas, conseguir un me gusta y hasta tratar de venderlas a medios de comunicación que quizás necesitan la misma reeducación que los autores de las imágenes. No estamos hablando de los reporteros profesionales, acostumbrados tristemente a zonas de conflicto y a tragedias y cuyo trabajo es esencial. Estamos hablando de la atracción de filmar la desgracia ajena sin pararse a pensar quién es la víctima, si hay menores o cómo esas imágenes pueden afectar directamente a la vida de otros. Alertan los expertos y expertas que la sociedad se esta deshumanizando en manos de la tecnología, que estamos haciendo del móvil y su cámara una extensión de nosotros mismos; que hemos interiorizado tanto su uso que ya es algo instintivo que no atiende a la lógica racional; que no miramos la realidad sino lo que grabamos de ella con la paradoja de grabarlo todo para casi seguro no volver a verlo de nuevo. Es como si la realidad fuera lo que se cuelga en las redes. No filmes, ayuda, pretende acabar con actitudes como las que se han visto esta semana con el avión accidentado en Rusia que quedó parcialmente abrasado por las llamas. En medio de esta tragedia hubo pasajeros que se dedicaron a grabar cómo otros morían quemados. Tristemente el vídeo se hizo viral. Ocurrió algo similar en el atentado de las Ramblas, cuando segundos después del atropello masivo, hubo quien grabó duras escenas de dolor en lugar de ayudar a aquellos cuya vida estaba en riesgo. Hay muchos ejemplos más. No podemos incidir en la acción de otros, de quienes graban en lugar de ayudar, pero sí en nuestra decisión de contribuir o no a esa práctica. Se pueden no ver esas grabaciones, rechazarlas, no darles un click, no abrirlas si las recibes. Quizás solo si no tienen el eco social que persiguen dejarán de actuar igual.