H oy es un día importante en la lucha incansable contra la violencia machista, contra cualquier tipo de violencia que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo. Hoy llega por fin al Tribunal Supremo la sentencia de La Manada. Cinco magistrados tendrán la última palabra para decidir si mantienen el delito de abuso por el que los acusados, el Prenda y su manada, fueron condenados a 9 años de cárcel o si lo elevan al de agresión sexual o violación con el consiguiente incremento de las penas. En definitiva, ha llegado por fin el momento de que la última instancia judicial se posicione sobre lo que ocurrió en Pamplona aquel 7 de julio de 2016, cuando, segun sostiene la Fiscalía y las acusaciones, cinco jóvenes abusaron sexualmente de una joven en un portal, la violaron repetidas veces y la dejaron tirada y sin móvil para seguir ellos de fiesta. Todo dependerá de con qué ojos se lean los hechos probados recogidos en la primera sentencia, en los que se constataba que la víctima “atemorizada y sometida no prestó su consentimiento libremente, sino viciado y coaccionado por los cinco acusados, que la trataron como un mero objeto, con desprecio de su dignidad personal, para satisfacer sobre ella sus instintos sexuales”. Esos acusados están en la calle en libertad condicional y su abogado, uno de los más mediáticos de la década, sostiene su inocencia. Con la Manada, Pamplona se puso en el primer foco de la lucha contra la violencia machista y la ciudad, la fiesta y la sociedad entera alzó la mano roja para decir “No” a esta lacra. Las calles se llenaron con este clamor colectivo y se abrió una brecha de desconfianza entre la justicia y la sociedad que aún sigue abierta. Estamos pues ante el final de un proceso judicial que no es cualquiera, porque de la conclusión del Supremo derivarán seguro otras muchas sentencias y conductas machistas. Es hora de que la Justicia se quite la venda y se ponga las gafas de ver la realidad de la violencia contra las mujeres en nuestra sociedad en lugar de seguir mirando para otro lado. Una violencia que implica abusos, agresiones, violaciones, humillaciones, acoso y hasta el asesinato en muchos casos. 1.000 mujeres han sido ya asesinadas en el Estado víctimas de malos tratos o, lo que es lo mismo, 1.000 hombres las mataron. Ninguna es igual que las otras, pero todos, cada uno de esos mil, han sido maltratadores antes que asesinos.