Nos estamos poniendo a prueba. El coronavirus es la causa y no parece una prueba fácil. Estamos ante una alerta sanitaria mundial de alcance global pero de repercusiones muy locales. Tan locales como que nos afectan en lo cotidiano, en el día a día. Nos afecta individualmente, y nos afecta socialmente, en tanto que es momento de apelar a la responsabilidad y la solidaridad como sujetos sociales que somos.

Afecta de manera más directa a quienes se han contagiado de la enfermedad, igual que a su entorno y contactos en vigilancia para prevención, pero de manera indirecta a todos y todas porque las medidas tienen un alcance social que va más allá de los casos positivos.

Medidas complejas de articular pero necesarias a la vista de lo ocurrido en otros países, enfocadas de manera clara a frenar el número de personas afectadas y limitar los focos de contagio para tratar de evitar un mal mayor, pero que nos limitan en nuestra actividad y en nuestro ocio principalmente y nos ponen ante un nuevo tiempo, el del tiempo para las personas, sin grandes planes, sin movernos, sin largas distancias, tiempo hacia dentro.

El coronavirus ha entrado por la puerta de atrás, como algo que pasaba lejos, que les pasa a otros, pero ni estaba lejos ni les ocurre a los demás, nos puede pasar a cualquiera porque lo tenemos aquí y ha llegado con la intención de ocupar su espacio.

Sanitariamente de está trabajando con total intensidad para poner freno a la propagación del virus, con una sanidad pública de altura, con grandes profesionales que nos atienden, protegen y cuidan; una sanidad a la que hay que atender de cerca, porque el estrés y el cansancio les pasará factura si no se refuerzan los equipos y se dotan de los medios materiales y humanos necesarios para hacer frente a la situación.

El coronavirus está poniendo a prueba el sistema de salud, y la solidez de los hospitales y en definitiva está poniendo a prueba a la sociedad en su conjunto, a nuestra capacidad para adaptarnos, con precaución pero sin miedos ni alarmismos, a una situación altamente cambiante que exige una gran responsabilidad individual de control y auto cuidado y una fuerte solidaridad. Y también nos está poniendo a prueba a los periodistas y a los medios, que tenemos una gran oportunidad de demostrar nuestro verdadero papel en esta crisis y dejar claro por qué somos necesarios en una sociedad infectada por la desinformación.