"Fuimos la provincia 53, la mayoría de saharauis hemos nacido bajo la bandera española". Lo recuerdan muchos de los amigos que resisten en los campamentos de refugiados de Tindouf en Argelia. Hoy cobra sentido más que nunca ese pesar cuando Marruecos trata de recordar que es la puerta de entrada de la inmigración en Europa y que las vidas humanas le importan muy poco, las que están en el desierto o las que cruzan a nado el paso de Ceuta, jóvenes, niños, familias enteras... Cuando se habla de guerra diplomática se olvida que el conflicto saharaui también incumbe al Estado español y especialmente a la Unión Europea, ambos incapaces de buscar un estatus político a un pueblo que fue abandonado como colonia en 1976. España no mueve ficha, no reconoce a la República Árabe Saharaui pero a la vez mantiene conversaciones con el Frente Polisario.

En 1991 se declaró una tregua negociada con la ONU con la promesa de un referéndum que nunca ha llegado. Fueron años de calma tensa y de supervivencia gracias a la ayuda humanitaria en los que much@s mantuvimos una luz de esperanza que ahora se apaga. Las hostilidades entre Marruecos y el pueblo saharaui se recrudecieron en noviembre del año pasado a partir de la incursión de tropas marroquíes en el paso fronterizo de Gerguerat lo que supuso la ruptura de un alto el fuego de tres décadas en el Sáhara Occidental con el objetivo de reabrir una ruta bloqueada hacia la vecina Mauritania. Refugiados saharauis en Argelia se han alistado en masa a las academias militares para combatir de nuevo al enemigo y la sombra de la guerra ensombrece el futuro de África una vez más. Marruecos aprovecha este momento y el cambio político en Estados Unidos para reafirmar su soberanía sobre el Sáhara Occidental; quiere un Biden que sea como Trump y una UE bajo su yugo. Por ello presiona a Europa abriendo o cerrando fronteras utilizando a miles de inmigrantes como escudos humanos.

Muchos de los que cruzaron a nado Ceuta hace apenas unos días eran magrebíes, ni siquiera subsaharianos, que también huyen de la pobreza a todos los niveles y de las consecuencias de la pandemia. Más de 8.000 personas entraron de forma irregular en dos días en el que es junto a Melilla es el único punto de entrada terrestre a la UE desde el norte de África. Detrás de esta estrategia de relajar los pasos fronterizos se esconde el descontento de Marruecos por la acogida que se ha dado en nuestro país al presidente de la RASD y secretario general del Frente Polisario Brahim Ghali, de 73 años, quien se recupera en un hospital de Logroño aquejado por la covid y por razones estrictamente humanitarias. Parece claro que la causa saharaui ha puesto nerviosa a una monarquía, la marroquí, arcaica, donde la corrupción y la falta de garantías y de libertades ha sido puesta en evidencia por multitud de organismos internacionales. De nuevo, se utiliza a un pueblo, el saharaui, y la miseria de cientos de vidas humanas para lograr los fines políticos y económicos de un monarca que aspira a mantener una posición hegemónica en el Norte de África mientras la UE mira a otro lado.