Ya llevamos mucho, demasiado tiempo juntos. Todos juntos a todas horas metidos en casa y se pueden deducir unas cuantas cuestiones relacionadas con este reagrupamiento humano forzoso. Por ejemplo, ha quedado claro que las comunidades de vecinos deberán incorporar entre sus servicios, junto a los teléfonos de urgencia de fontanero, cerrajero, ascensorista, electricista.., un cuerpo de exorcistas, porque hay que buscar alguna explicación a esos chirridos, gritos, golpes y otros sonidos que a horas intempestivas se producen y propagan por las viviendas. Quizás sean también jornadas en las que descubrimos el carpintero que llevamos en nuestro interior, ese manitas frustrado, pero es que no hay hora decente para el uso de la black decker. Como tampoco para recuperar los ejercicios prácticos con ese txistu arrinconado o para animar a los chavales a botar la pelota primero con la izquierda y luego con la derecha niños, sois unos héroes también ante algunas ocurrencias. La reclusión en nuestros domicilios está sacando lo mejor y lo peor de nosotros. Es saludable y nos reivindica como ciudadanos aumentar las dosis de paciencia, comprensión y civismo, y entender que, en estos momentos de alta densidad emocional y vecinal, pensar en los demás es hacerlo en uno mismo. Estamos en shock todos, no hay categorías. Debemos incorporar códigos de puertas para dentro, pero andamos sobrados en los balcones. Nos sentimos solidarios aplaudiendo a todos los que están en primera fila de la lucha contra la enfermedad, y emocionante debe ser para ellos escuchar y sentir que nos fiamos de sus manos, de su aplomo. Que son los únicos en los que creemos. Pero en esto de los balcones ya tenemos profesionales, y no son estos espíritus grandes que ayudan al esparcimiento de sus vecinos con planes amables para ellos. Macarras de barandilla, graciosos de ventana, jurados de los que circulan, chistosos con los que tiran la basura. ¿Qué harán cuando termine el confinamiento? ¿Hacia dónde vomitarán la poca gracia? ¿Llegarán entonces a verbalizar y combatir como desde las alturas? ¿Tendrán secuelas o las llevaban puestas? Pero lo bueno, se impone. La gente que hace cosas distintas porque son tiempos excecpionales. Resistir es ganar. Aguantar. Aguantarnos. Aunque se nos está yendo la pinza. Seamos tolerantes. ¡Venga ese taladro!