No vamos a hacer una interpretación buenista y ñoña de todos los días en casa confinados y en conserva, rebozados y adobados con información, desinformación, intoxicación y también bebidas y comidas no recomendables en una dieta sana, pero algunas cosas deberíamos haber aprendido. Aunque sea a lavarnos las manos bien de una vez, que tu madre siempre tenía razón y te has acordado mucho de ella y de sus consejos en estos días espesos cuando no la podías ir a ver. Me da que el que entró en esta crisis como un tipo desconfiado ha salido de su casa por lo menos igual de receloso, y el crédulo, por su parte, ahora no se fía ni de su padre, porque aunque se sea un feliz de la vida, nos hemos acabado volviendo suspicaces porque el día a día se ha ido retorciendo con más o menos saña con lo inevitable y lo evitable.

Probablemente, la nueva normalidad, el eufemismo para advertirnos que se nos viene encima una vida más jodida, con menos oportunidades, todavía con más cuestas, menos jovial, más fría, sin un roce, necesite otros protagonistas para ponerse al mando. O, por lo menos, una reordenación de la escala de valores en la que en primer lugar estén las personas y su dignidad y luego todo lo demás; y no como hasta ahora, que lo primero es la pasta y después van cayendo el resto de asuntos, ya todos secundarios.

Asomando el morro por la ciudad, paseando por todo lo paseable, no acaba de marcharse la patente sensación de que estamos a medias, con la persiana a medio subir, esperando que la enfermedad no se meta en nuestras casas y entendiendo, con todas las reticencias, dudas, comprensión o desgana, que hay que seguir cediendo parte de nuestro día a día para que esta historia vaya mejor. Perplejos y desanimados para ver cómo salimos de ésta, no cabe duda de que para que todo circule hacia la normalidad necesitaremos ayuda, que no es otra cosa que medidas para el empujón, y altura de miras de quienes suelen tener la sartén por el mango.

Si para los currelas todo va a ser distinto y lo estamos notando, para los que andan desahogados y dictando las normas los que tendrían que saber despejar el camino a los demás, no debería ser diferente y tendrían que entender que para ellos también llega algún cambio. Que es momento de dejarse algún pelo en la gatera, algún euro menos en las cuentas. Aunque se pueda vivir con menos algunos no pueden, parece que en otros no entra este cambio de planes. Mostrada nuestra obediencia, ahora les toca inteligencia y decencia.