Nuestros mayores no se cansaban de repetirnos: “guardar para cuando no haya”. Era lógico en una generación -la de la postguerra- que había sufrido penurias y privaciones. El futuro era menos sombrío cuando la llegada del segundo milenio nos trajo, además de variadas zarandajas, la novedad del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, que enseguida fue rebautizado como la hucha de las pensiones. Los años de bonanza económica la fueron llenando de euros esta bolsa previsora. Era un deber de justicia social que los gobernantes destinaran recursos suficientes como para que la ciudadanía tuviera un plácido retiro tras su vida laboral y ya en 2011 estaba a rebosar con 66.815 millones. Pero los efectos de la crisis la llegada de Rajoy al poder empezaron a pasar factura y su paso por La Moncloa la esquilmó hasta los 5.000 millones, que no bastan ni para una nómina a los pensionistas. Para entonces, el déficit de la Seguridad Social se había comido todos los ahorros de los futuros pensionistas en pagar a los actuales. Y ni aún así llegaba. Y como no quiso asumir el coste político de agotar la hucha de las pensiones se sacó de la manga la triquiñuela de que Hacienda prestara 10.000 millones a la Seguridad Social en 2017 y 15.000 el pasado año. Este año ha habido cambio de inquilino en La Moncloa pero no de estrategia y se prestarán otros 15.000 millones. Todo con tal de no pasar a la posteridad como el ministro que vació del todo la hucha, de la que se volverá a echar mano este año hasta dejarla en unos raquíticos 1.350 millones pese a los ingresos récord de la Seguridad Social. Políticas de parcheo que enmascaran la ausencia de un necesario Pacto de Estado que haga justicia con un colectivo tradicionalmente olvidado y que aparquen las refriegas partidistas que están demorando demasiado tiempo una solución justa y necesaria para los pensionistas de ahora y del futuro. Y que justifican la movilización permanente en demanda de prestaciones dignas que desde hace un año realizan semanalmente miles de pensionistas en lucha por su hucha y conscientes de que el cuento de la lechera se ha convertido en el de cuidado que viene el lobo.