El coronavirus ha pasado de ser un grave problema a ser el problema. El miedo, la inseguridad, la inacción, la desinformación y el desconocimiento se han adueñado de la realidad y todos los ámbitos de la actividad diaria está ya marcados por el impacto del COVID-19. Las muertes ya se cuentan por miles en todo el mundo en una macabra estadística. Su impacto médico y social es desalentador y el económico, devastador. El virus está a punto de hacer zozobrar la economía de medio mundo mientras la ciudadanía contempla su avance entre incrédula y temerosa.

Las autoridades sanitarias han dado muestras de serenidad y control, pero la ciudadanía está echando de menos que el presidente del Gobierno deje de ponerse de perfil y afronte con decisión el liderazgo que se le presupone. Las desavenencias entre los distintos ministerios y la pelea fratricida de competencias se ha convertido en una lucha de egos PSOE-Podemos que no hace sino generar más desconcierto. La Moncloa ha intentado imponer su ley pero se ha echado en falta a Pedro Sánchez al frente de la crisis ante el avance imparable de la epidemia. Ha estado desaparecido intentando que la crisis sanitaria no erosionase su popularidad. Decisiones sanitarias aparte, el Gobierno se limitó a adoptar "algunas indicaciones". Ayer ya se dio un baño de realidad obligado por las circunstancias y la progresión del virus y reconoció que está estudiando algunas "medidas extraordinarias".

Sánchez anunció también un genérico plan de choque frente al coronavirus que elaborará con los sindicatos y la patronal. Demasiado inconcreto, insuficiente y tardío. El Go-bierno Vasco y el de la Comunidad de Madrid, los dos focos principales, ya han empezado a tomar medidas drásticas con los centros educativos. En el Gobierno central aún andan dirimiendo cuestiones competenciales. Y el PP, intentando sacar un indigno rédito electoral de la crisis sanitaria. Sánchez ha sido atropellado por la realidad del coronavirus y no ha sabido reaccionar como en otros países europeos. Intentar transmitir tranquilidad no es suficiente. Hacen falta liderazgo político que no está demostrando y medidas realistas y eficaces. Sin partidismo. Sin demora.