Nueve meses después de sufrir las primeras restricciones para defendernos de la covid, continuamos en un bucle de incierta salida. Lo que inicialmente pensábamos que duraría poco más o menos que una cuarentena, en el sentido literal del término, no tiene de momento fecha de solución. Recuerdo que en primavera, cuando la pandemia ya había forzado la cancelación de las Fallas y la Feria de Abril, hubo quienes nos tacharon de agoreros por publicar un reportaje sobre el riesgo de suspensión que amenazaba los Sanfermines. Llegado el 6 de julio, ya habíamos acuñado el término no-fiestas y el Ayuntamiento de Pamplona desplegó un pañuelo gigante con el eslogan Los viviremos 2021. El mismo que presidió una escultura en la plaza del Castillo antes de alguien cayera en la cuenta de la conveniencia de retirarlo. Hoy, sin embargo, casi nadie cree que el año que viene se vayan a dar condiciones para celebrar las fiestas, pese a que en el horizonte más inmediato asoma la vacuna que ya han empezado a recibir en el Reino Unido. Un remedio que llega quién sabe si en la mitad del túnel para encarar un problema que queremos creer que podrá estar solventado en la segunda mitad de 2021. Lo sorprendente es que, según la última encuesta del CIS, el 47% de población expresa su rechazo a vacunarse. Un dato que no guarda relación con que el 95% de los consultados reconozca su preocupación por infectarse, ni con el hecho de que el 74% exija la imposición de medidas drásticas para evitar la propagación del virus. Este vértigo a administrarse una vacuna antes de conocer sus efectos a largo plazo tampoco cuadra con la querencia que tenemos a la automedicación. Una práctica en la que, según diferentes estudios, incurre al menos la mitad de la ciudadanía, lo que obliga que el Ministerio de Sanidad, las consejerías de Salud y los colegios de farmacéuticos hagan frecuentes campañas para frenar esta tendencia. Pero el rechazo a la vacunación chirría, sobre todo, porque no hay plan b para plantar cara al dichoso virus. O funciona este remedio o tenemos estas limitaciones para no se sabe cuántos años.

Sorprende que si el 95% de la población reconoce su preocupación por infectarse, el rechazo a vacunarse alcance cotas del 47%.