Está siendo la atracción del Mundial. Un Mundial igualado y divertido por cierto. Pero nos arrepentiremos conforme avancen los partidos, ya lo veréis. O cuando extiendan el aparatito a la Liga. Un poco de miedo sí que da que entremos en Sanfermines con lo del fútbol vivo y coleando. Y no hablo de Argentina y Brasil u otros gigantes que las han pasado canutas en esta primera fase del infierno alemán. Hablo de la Roja que nunca ha encajado muy bien en el blanco y rojo de nuestras fiestas. Sobre todo cuando nos la han querido meter a golpe de pantalla y banderita, generando una tensión extra en las calles. Por suerte ya pasaron los tiempos más duros pero uno prefería estar atento a las etapas del Tour antes de ir a los toros, con Induráin subiendo cuestas mientras echabas el carajillo, que pendiente de si la pelotita entra o no y de apologías patrioteras: mejor el bombo de la Jarana que Manolo el del Bombo. Y es que me gusta mas la gente de bar que de VAR. Es como más nuestro. Más festivo. Y sobre todo más instantáneo, como los propios Sanfermines en los que hay que vivir el presente -el momentico-, sin rebobinar o tomar decisiones a posteriori. Si entrara el VAR en la fiesta sería un desastre. Imaginad que se paralizara el txupinazo para entender si quien lo lanza ha dicho Gora San Fermín! o ¡Viva San Fermín!. O que los pastores acudieran a un rincón de los corralillos del gas para ver las imágenes y comprobar si han repartido bien un varazo a una pata en mitad de la Cuesta de Santo Domingo. O que a uno o una le pasaran al día siguiente en un vídeo toda la andada de la noche anterior para explicarle el porqué de la tremenda resaca. O que en la corrida de toros la presidencia mostrara un pañuelo digital para mandar repetir una estocada por ladeada o sacara tarjeta roja al picador por abusar en la suerte de varas... Se empieza con la chorrada del fuera de juego en el fútbol y al final lo mismo te salta el camarero la barra y te anula el último pote ya pedido... No sé. A veces es mejor vivir y beber con la duda. Equivocarse. Discutir eternamente en la cuadrilla sin acudir a Google, que zanja un rico debate de sobremesa con una búsqueda en el móvil. Creo que vivíamos mejor con la tecnología de los años 80. Al menos en unas fiestas en las que hay que perderse y encontrarse cada día, sin que nadie nos dé órdenes ni nos juzgue.