Había una vieja pintada en un pueblo cercano a Pamplona que ponía eso de que “No hay nada más tonto que un obrero votando a la derecha”. La pintada se borró. Obreros ya no se si quedan (entre ese autoengaño de la clase media, por un lado y el precariado, por otro, lo que sí se ha perdido quizá es la “conciencia obrera”...), pero derecha vaya que sí hay. Mucha. Y fuerte. Ultra, si se quiere. La nueva. La de siempre. Y está en plena ofensiva con sus diferentes caras y disfraces. Hay una importante batalla de discursos y la izquierda va perdiendo. Pero la guerra se acaba jugando en los hechos. Porque los hechos son lo que dan consistencia a los discursos políticos. No lo tiene fácil la izquierda. Ante una escalada con fenómenos como Trump, la xenofobia de algunos países europeos, el caso de Brasil... caben dos posturas. Una pasa por tratar de combatir sus ideas de cara a la galería, pero ceder a su presión cambiando la agenda y renegando del programa por miedo a perder votos. Pan para hoy y hambre para mañana. Blair, Hollande, Clinton, González... Esta película ya la hemos visto. La segunda consiste en insistir con más izquierda. Y más medidas. Y más derechos sociales. Fiscalidad progresiva. Servicios Públicos. Protección social. SMI. Renta Garantizada. Libertad de expresión. Más democracia. Izquierda sin complejos. En ideas y en actos. La coherencia no está reñida con el pragmatismo. El posibilismo no es funambulismo. La derecha siempre gana a populismo porque pasa todo tipo de líneas rojas y juega con gasolina social en temas sensibles sin miedo a reventar o enfrentar..., pero nunca en ética o en principios. Es cierto que, en este mundo globalizado y dominado por estructuras de poderes económicos, el margen es mínimo. Pero la política puede explorar caminos y reconectar con esa gran mayoría social y electoral a la que no basta con recordarle la pintada. Ni mucho menos hay que llamarle “tonta”. Deben notar en su vida que se apuesta por ellos/as y evitar que tengan la tentación de dejarse comprar por los vendedores de patrias y serpientes. Quizá haya que perder varias elecciones en el mundo para forjar una nueva propuesta ganadora. Sólida. Creíble. Nítida. Utópicamente real. El futuro está en el pasado. Ellos/as pudieron. Y no lo tenían mejor.