La polémica por las declaraciones del expresident de Catalunya Carles Puigdemont, respecto a la declaración del lehendakari, Iñigo Urkullu, como testigo a petición de las defensas de los acusados en el juicio del procés no puede analizarse exenta del artificio que supone su ampliación mediática en virtud de los intereses electorales a las puertas de una doble cita con las urnas. Aun así, es evidente que se constata una chocante divergencia de la que se desconocen el fondo y motivación. La salida de tono de Puigdemont se traduce especialmente en el modo en que se expresa. Y es ahí, en las formas que se han generalizado -y de las que Urkullu es una de las contadas excepciones- en una política de calidad descendente y oratoria simplificada en la que vale prácticamente todo, donde radica el origen de la agria polémica. Puigdemont ha explicitado con modales equivocados y sin tener en cuenta ni el contexto de la declaración del lehendakari ni el fondo del asunto lo que Urkullu resume recordando que él participó en el juicio en calidad de testigo -obligado a decir la verdad- a petición de las defensas de los soberanistas presos y que respondió a todo cuanto éstas le preguntaron. Lógicamente, no más. Pero, en todo caso, el resto de los hechos, que se hallan perfectamente documentados, no permite resquicio a la duda. Que Puigdemont mostrara esa divergencia formal conscientemente, por una mera necesidad política de mantener su perfil tras haber logrado su proclamación por una corta asamblea del PDeCat como candidato a las elecciones europeas, es probable en cuanto que un error inconsciente de esas características se antoja imposible en quien siquiera por tiempo limitado ha desempeñado responsabilidades institucionales que alcanzan la presidencia de una nación como Catalunya. Y aun si, al hacerlo, vuelve a dar prepoderancia a sus necesidades, electorales y personales, en este caso frente a alianzas políticas históricas. En todo caso y al respecto de una posible reedición de dichas alianzas, las mismas formas en que se ha empleado el expresident constatan la dificultad que entraña compaginar la propuesta ceñida al conflicto catalán y su propósito de “internacionalizarlo” que encabeza Puigdemont con los intereses de representar a diversos territorios en Europa.