Transcurrido un año desde la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de la presidencia del Gobierno español y encumbró en ella al líder socialista Pedro Sánchez, es obvio que han tenido lugar algunos cambios fruto de una nueva situación política, pero los grandes desafíos que afronta el Estado continúan, básicamente, en el mismo punto doce meses después. La demoledora sentencia judicial sobre el caso Gürtel, que señalaba de forma directa al PP como un partido que durante años protagonizó, encubrió, justificó o minimizó la corrupción en su propio seno y, aún más, su desprecio a la resolución judicial y su absoluta falta de reacción -en especial, del propio Rajoy- fue el detonante que propició la peculiar confluencia de formaciones muy diferentes que apoyaron el audaz e incierto paso de Sánchez. Pero no solo se trataba de la corrupción. La grave situación creada en Catalunya, provocada por una alarmante ausencia de diálogo por parte del Estado con los legítimos representantes de la Generalitat, había polarizado y deteriorado de forma grave el clima político y social, todo ello sin olvidar las reformas laborales, los vaivenes de la economía, la crisis migratoria y, en general, el clima de confrontación social. Un año después, y tras dos elecciones en un mes, es innegable que Sánchez ha logrado un aval en las urnas inesperado al inicio de su legislatura y ha iniciado tímidos cambios de talante y de actuación política que, salvo sorpresa, han consolidado sus opciones de mantenerse en la Moncloa. Sin embargo, los retos siguen ahí. Resulta obvio que el Estado español precisa de un radical proceso que revierta sus amplios déficits democráticos, de estabilidad institucional, de amplias reformas que impulsen el crecimiento económico y la generación de empleo de calidad y de un nuevo modelo territorial respetuoso con la singularidad vasca y catalana y con las ansias mayoritarias de profundización de su autogobierno. Y todo ello debe abordarse necesariamente desde el diálogo y el más amplio consenso. Tras su triunfo electoral, Sánchez se encuentra ahora, un año después de ganar la moción de censura, reforzado en su liderazgo pero en la necesidad de elegir aliados para garantizar la gobernabilidad y la estabilidad. Una decisión que deberá tomar tras realizar un análisis riguroso de lo sucedido en los últimos meses y un examen realista y con sentido de Estado de los desafíos que enfrenta.