la denuncia de dos agresiones sexuales ha empañado un balance sanferminero que, en líneas generales, puede considerarse positivo. Han discurrido las fiestas dentro de la normalidad que cabe esperar en una ciudad que multiplica la presencia de personas en las calles, en donde el consumo de alcohol influye en los comportamientos y donde un acto tan concurrido y peligroso como el encierro obliga a afinar al límite todos los servicios de seguridad y sanitarios. En todo esto, en lo que puede estar previsto y preparado de antemano, las cosas han rodado bien y sin alteraciones: puede decirse que Pamplona, por la experiencia de tantos años, sabe cómo hacerlo. Son los delitos contra la mujer los que vuelven a echar un borrón y hacen más necesario el compromiso de toda la ciudad en la lucha contra la violencia machista. A Pamplona y a sus fiestas les seguirán pasando factura durante un tiempo la violación grupal de La Manada; todas las iniciativas para perseguir y denunciar los actos machistas no solo redundarán en desterrar estos comportamientos sino que avanzarán en la consecución de unas fiestas en igualdad. Otro hecho reprobable fue la contundencia con la que agentes municipales -siguiendo las órdenes del alcalde Enrique Maya- se emplearon para impedir el despliegue de una pequeña ikurriña en el momento de lanzarse el Chupinazo. Hay denuncias por agresiones cruzadas entre una concejal de EH Bildu, otra de Navarra Suma y, de remate, por tres policías municipales que dicen haber sufrido golpes en la tangana ocasionada para impedir la exhibición de la enseña. Por lo demás, y dentro de los actos tradicionales, el asunto que más ha dado que hablar y que seguro será actualidad dentro de once meses apunta al desarrollo del encierro, en particular, según algunos corredores, a todo aquello que está contribuyendo a “adulterar” y “desnaturalizar” la carrera. Las quejas apuntan a que los mansos están entrenados para arropar a los toros; a que las reses ya vienen condicionados para correr en manada y que esto, unido también al uso de material antideslizante, resta emoción a la carrera. Posiblemente tengan algo de razón, en vista del desarrollo de algunas de las carreras observadas la pasada semana, pero no es menos cierto que el Ayuntamiento como organizador debe velar por garantizar la mayor seguridad a todos los que ocupan el recorrido, sean avezados corredores, gente que se inicia o ocasionales participantes, que todos deben tener sitio y no solo los puristas. Mejorar en todos los aspectos de la fiesta será el reto para la edición de 2020. Ya falta menos...