Si en una democracia la política es el arte del diálogo y el acuerdo entre diferentes y la gestión del bien común mediante la búsqueda de la resolución de los problemas de la ciudadanía, la sesión de investidura vivida ayer en el Congreso de los Diputados es, sin duda, la crónica de un fracaso colectivo. Si hay una sensación generalizada en las intervenciones de los diferentes portavoces de los grupos desde la tribuna -sea en el fondo o en la forma- es la de frustración ante la incapacidad de los partidos en alcanzar un pacto para la conformación de gobierno casi tres meses después de celebradas las elecciones generales. La fallida investidura de Pedro Sánchez -la segunda del líder socialista- confirma la posibilidad, aún más cierta, de una repetición de las elecciones generales el próximo noviembre. De confirmarse, sería una grave irresponsabilidad. Lo ha sido ya, de hecho, el fracaso de la candidatura de Sánchez. La sesión de ayer solo sirvió para evidenciar la ausencia de la cultura del acuerdo en la política española tras un lamentable intercambio de reproches entre socialistas y Podemos, los grupos llamados a entenderse como socios preferentes para la conformación de gobierno. Tanto es así que incluso los partidos dispuestos a apoyar un ejecutivo siempre que previamente hubiera un acuerdo entre Sánchez e Iglesias -fundamentalmente, PNV y ERC- dejaron patente la frustración mayoritaria y pusieron en evidencia tanto la prepotencia socialista -sus dudas, coqueteos con la derecha, vetos y ninguneo casi absoluto y ausencia de diálogo con el resto de fuerzas necesarias- como las excesivas exigencias de Unidas Podemos -revelador el discurso de Gabriel Rufián casi implorando a Iglesias que aceptara los ministerios que le ofrecían-, dada su representación y su nula experiencia de gobierno. En todo caso, tras el pleno de ayer queda aún más claro que “el programa” de gobierno, es decir, las políticas a aplicar, nunca han sido el problema en las negociaciones, o al menos no ha habido líneas rojas. El escollo, en todo caso, han sido únicamente los sillones, los ministerios a gestionar cada uno. Tras el fiasco de ayer, queda aprender del fracaso y mantener abiertos canales de diálogo con realismo, generosidad, apertura de miras y, sí, sentido de Estado. Todo lo que ha faltado hasta ahora. Las derechas (PP, Ciudadanos y Vox ) miran ávidas a unas nuevas elecciones en noviembre.