La cultura del pacto entre diferentes merece una oportunidad frente a modelos políticos de confrontación excluyente. Y Navarra, pese a toda la intoxicación de algunos medios a nivel estatal y a pesar de haber sido elegida como arma arrojadiza por las fuerzas de derecha y ultraderecha que no han dudado en soltar sus paracaidistas en suelo foral buscando el titular fácil, vuelve a abrir camino y ser un ejemplo al menos a valorar. El anterior gobierno del cambio liderado por Uxue Barkos ya fue una propuesta que suscitó interés en su día más allá de nuestras fronteras en tanto en cuanto no sólo marcaba una época en Navarra, tras décadas de gobiernos conservadores, sino que innovaba con una fórmula de acuerdo programático de partidos gestionado por expertos independientes en la mayoría de las carteras. El resultado como propuesta de gobernanza y también por sus efectos sobre la vida de la ciudadanía navarra (ahí están los datos económicos y de cohesión social más allá de anuncios apocalípticos) ha sido positivo. UPN no supo encajar este cambio de ciclo y se atrincheró en una legislatura desde el resentimiento a la contra sin base real. Su actual socio, el PPN, ensayó en Navarra la línea agresiva de Ana Beltrán que ha triunfado luego en Madrid. El PSN, descolocado por sus resultados electorales y el sorpasso de Podemos perdió en 2015 una oportunidad de ampliar en clave estratégica la mayoría progresista y aportar su trayectoria y base social a una nueva época basada en el pacto entre diferentes. No obstante, 4 años después, aupado por los recientes comicios ha sabido generar un nuevo escenario para una oportunidad que dejó pasar entonces. Porque este gobierno, al margen de sus déficits en la geometría parlamentaria y su confección, no es sino una nueva oportunidad que se dan los navarros y navarras junto a sus representantes políticos -que ahora también pasan al primer plano de la gestión, algo legítimo en democracia- de seguir avanzando en la senda iniciada mejorando la cohesión social, identitaria, económica y geográfica desde la pluralidad y la trasversalidad. Hasta EH Bildu, en una posición difícil, ha sabido entender esto. Quien no lo ha hecho es UPN que -preso de su discurso caduco y de sus alianzas- nuevamente ha elegido seguir la estela y estilo de sus socios más extremistas y sectarios que en Madrid no han dudado en sumar con la ultraderecha de Vox. Algo que posiblemente hubieran hecho aquí si les salieran las cuentas. Dos modelos y dos culturas políticas diferentes. El tiempo dirá.