La ciudadanía europea vive momentos de zozobra e incertidumbre sobre el futuro inmediato tanto político como económico de los estados de los que forma parte y de la propia UE. Una Unión cuyo embrión se gestó, precisamente, para preservar la libertad, la seguridad, el bienestar y los valores democráticos y de respeto a los derechos humanos frente a la barbarie de la gran guerra que acababa de arrasar el continente. Una contienda, la II Guerra Mundial, de cuyo inicio se cumplen hoy 80 años sin que, por desgracia, Europa haya logrado erradicar del todo los fantasmas que, con todos los matices, la acecharon hace ocho décadas y que vuelven a estar presentes al menos como amenaza. La crisis de la inmigración hacia el viejo continente, que ha despertado sentimientos de insolidaridad, racismo y xenofobia y también indolencia ante el drama de miles de personas ahogadas en el mar o dejadas a su suerte ante la pasividad e incluso beligerancia de las autoridades europeas -actitudes que se creían superadas en el aparentemente próspero y sólido proyecto de la Unión Europea-, el auge del populismo y de la ultraderecha, el deterioro en la calidad democrática y la crisis económica y de valores están abriendo una peligrosa brecha en el corazón de Europa. No deja de ser un toque de atención a las conciencias que precisamente hoy, en el 80º aniversario del inicio de la guerra con la invasión nazi de Polonia, la ultraderecha alemana acaricie la posibilidad de alcanzar poder por primera vez en las elecciones que se celebran en los landers de Sajonia y Brandeburgo. Sobre todo, porque el auge de esta extrema derecha que guarda similitudes con aquel fascismo de los años 30 se está extendiendo por todo el continente y amenaza seriamente sus cimientos democráticos y de respeto a los derechos humanos. Junto a ello, también el populismo está haciendo estragos. Un ejemplo de ello es todo lo que está sucediendo con el brexit y los últimos intentos antidemocráticos del primer ministro, Boris Johnson, por amordazar al parlamento británico, un propósito que fue ayer ampliamente contestado por decenas de miles de personas. Europa, su ciudadanía y sus dirigentes, no puede ni debe olvidar las lecciones de los orígenes y desarrollo de la guerra que la humilló y la desangró pero de la que supo sobreponerse y mirar al futuro construyendo una Unión que, aun amenazada, mantiene su valor y vigor.