on sordina hasta ayer, cuando el pleno del Congreso destapó por momentos el tarro de las críticas, al parecer su esencia, antes de apoyar la extensión del estado de alarma hasta el próximo 12 de abril, la oposición política embridaba los reproches a la gestión gubernamental de la pandemia del coronavirus y sus consecuencias. La timidez en la reprobación pública, sin embargo, no se fundamentaba en el convencimiento político, sino en el temor a que una sociedad que se contagia del virus a la vez que de la imperiosa necesidad de ser tan responsable como abnegada en la solidaridad entendiera la crítica, por inoportuna y extemporánea, como ausencia de ambas cosas. Ha sucedido menos hasta ahora en Navarra, pero también por ejemplo en la CAV, donde los aislamientos por la pandemia y la gestión institucional liderada desde el Gobierno han acabado por matizar, cuando no silenciar, una censura incipiente en los primeros días de la crisis, pero no ha evitado que hayan sido puntual y periódicamente filtrados a la opinión pública mensajes de ese cariz. La diferencia entre Navarra y la CAV tenga que ver, posiblemente, con el aplazamiento electoral y los comicios pendientes en esa comunidad. Y las urgencias y necesidades de protagonismo partidista que esa situación política genera en los diferentes agentes políticos de la CAV. En todo caso, en Madrid, Murcia, Catalunya o la CAV, a veces la polémica se ha sostenido sobre la paradoja de que fuerzas absolutamente dispares (ERC, EH Bildu, el PP o Vox) planteaban la misma exigencia en lugares (Catalunya, CAV, Murcia o Madrid) con casuística epidémica diversas y capacidades diferentes para enfrentarla. No se trata, en todo caso, de obviar que la crisis del COVID-19 ha revelado carencias tan globales como la propia pandemia al lado de otras más acusadas en sistemas sanitarios concretos; no solo en el Estado. Tampoco de ignorar errores como, por ejemplo, la centralización de la compra de material sanitario por el Gobierno Sánchez, que dificultaba operaciones de adquisición ya iniciadas. Sino de que la constatación de unas y otros se utilice desde la mesura y el compromiso y tenga por motivo corregir las primeras y subsanar los segundos, no el afán de obtener réditos políticos o, simplemente, de generar descrédito.