ay una crisis después de la crisis. A la emergencia sanitaria (de duración desconocida) le sucederá una alerta humanitaria. Parece el resultado de un plan maquiavélico. Sobre todo cuando hace unos meses el escenario económico era optimista pese a detectarse una ralentización en el proceso de recuperación pero que ya había adelgazado la cifra de personas sin empleo y ajustado al alza las previsiones de crecimiento para 2020. El sistema que tanto costó levantar tras el terremoto financiero de 2008 amenaza con desmoronarse y con castigar, como ocurrió entonces, a los más desfavorecidos. Y no hay que esperar mucho; este fin de semana los informativos repetían imágenes de interminables colas de personas que esperaban para recoger una bolsa de comida. Era gente a la que el confinamiento le ha dejado sin ingresos y con las peores perspectivas en el mercado laboral. La lenta vuelta a la actividad, la imposibilidad de que la mayoría de los negocios puedan reabrir al cien por cien, no hace sino complicar esta rueda infernal. Frente a la que se avecina, son muchas las voces que alertan del dramático futuro que espera a miles de personas. Ayer, la Red Navarra para la Lucha contra la Pobreza recordaba que antes del estado de alarma había en la Comunidad Foral unas 82.000 personas en riesgo de exclusión. Es fácil entender que el parón de las últimas semanas no ha hecho sino empeorar su día a día. De momento ya hay algunas medidas en marcha para amortiguar el impacto; el Gobierno central aprobará a finales de este mes, en el último Consejo de Ministros el ingreso mínimo vital, que permitirá a unos 100.000 hogares en situación de vulnerabilidad disponer de un ingreso. El gasto estimado oscila entre los 3.000 y los 3.500 millones de euros. Pero con ser importante, no deja de ser un parche. Parece conveniente que las Administraciones estudien un plan de choque en profundidad que, como sugiere la Red contra la Pobreza atendiendo al perfil de los más afectados, contemple inversiones en servicios sociales, más recursos residenciales, facilidades en el acceso a la vivienda fomentando el alquiler, estudio de las necesidades de la juventud y atención a la mujer en cuanto que son las más castigadas por la falta de trabajo. Se trata de pelear, en adelante, contra el virus de la miseria.