pesar del lugar que ocupa en la actualidad como tema de preocupación de primer orden, el maltrato y las agresiones y asesinatos sistemáticas contra las mujeres eran cuestiones limitadas estrictamente al ámbito privado hasta hace apenas unas décadas en las sociedades occidentales. El proceso de emancipación de la población femenina, las demandas de los movimientos feministas, los cambios legislativos, el impulso de las instituciones poniendo en marcha mecanismos de prevención y de atención, y la voluntad de las mujeres víctimas al alzar su voz en contra del maltrato, convirtieron esta violencia en una cuestión política al representar una práctica sistemática que reproduce con la mayor de las crueldades el alcance que llega a tener la violencia machista. Un asunto, en fin, que exigía y exige un abordaje social e institucional para hacerle frente. En las sociedades con déficits democráticos y también en las que supuestamente conforman sistemas democráticos avanzados, sin embargo, aún hoy, las mujeres siguen siendo en muchos ámbitos sociales, culturales y económicos figuras subordinadas a los deseos de los hombres, tanto por usos y costumbres como por las leyes y resoluciones judiciales que siguen perpetuando esta discriminación. La violencia contra las mujeres se reproduce en todas las culturas y en todas las capas sociales y se ha perpetuado de generación en generación. Y fue, ahora que está siendo objeto de ataques desmesurados por parte de los movimientos ultraderechistas, la Organización Mundial de la Salud la encargada de dar a conocer la verdadera fotografía de este drama en cifras. En la primera investigación global que realizó la agencia sanitaria de Naciones Unidas se concluyó que la violencia contra las mujeres es un "problema de salud global" que alcanza "proporciones epidémicas", ya que el 35% de las mujeres han sufrido la violencia ejercida tanto por sus parejas como por hombres con los que no comparten su vida. Este informe, con datos de solo 81 países, reveló que el 38% de todas las mujeres asesinadas lo fueron a manos de sus parejas. Con estos datos (que redundan en los que periódicamente se dan a conocer también desde las instituciones navarras) la violencia de género debería mantenerse en la agenda política como un asunto de máxima prioridad en la agenda pública. Más aún cuando los populismos de derechas lo han tomado como uno de sus prioritarios argumentos de intoxicación contra la igualdad de las personas y los valores de las democracias.