as cifras no reconfortan. Señalar que en 2020 se ha registrado por primera vez en diecisiete años el número más bajo de víctimas de la violencia machista es solo una mención estadística, una fría e insensible enumeración de casos. El asesinato de 45 mujeres, casi una por semana -tras confirmarse ayer la causa de la muerte el pasado día 26 en Gáldar de una mujer de origen guipuzcoano-, sacude las conciencias por este enorme drama social al que no se consigue poner coto ni dar con las soluciones adecuadas pese a los esfuerzos de numerosos colectivos y las medidas legislativas puestas en marcha. El hombre que mató en Nochevieja a una mujer en Torrejón de Ardoz tenía una orden de alejamiento y una denuncia por maltrato en 2014, pero nada impidió que cometiera el abominable crimen. Es más, la pandemia que ha arrasado con todo, ha dejado en un segundo plano este otro goteo incesante de víctimas. Los casos, todas las vidas arruinadas por una mano criminal, posiblemente no han contado ni con el eco mediático ni con la respuesta necesaria en las calles para hacer visible la repulsa y la denuncia. Por otro lado, el largo periodo de confinamiento ha generado una forma de violencia silenciosa, un maltrato psicológico por la posición dominante y de control de una parte de la pareja. No es que la violencia bajara, sino que se manifestó de otra manera. En la violencia machista, el objetivo del agresor es dominar y controlar: al estar la víctima encerrada en casa, ese dominio se hizo inexorable y la violencia física, menor. El no disponer de libertad de movimiento impidió asimismo que se produjeran quebrantamientos de órdenes de protección, causa de muchos delitos. Navarra no ha registrado víctimas mortales durante el pasado año y el número de denuncias interpuestas entre enero y septiembre de 2020, un total de 1.034, es similar a la contabilizada en el mismo periodo del pasado año, cuando se presentaron 1.041 denuncias. Ese efecto del confinamiento citado anteriormente se refleja en la Comunidad Foral en un descenso del número de denuncias entre marzo y abril, un 6% menos respecto a las interpuestas en los mismos meses de 2019. Sin embargo, durante los meses de desescalada y el comienzo de la nueva normalidad se constató un aumento de las denuncias. Todo ello indica que la amenaza y el riesgo sigue latente para muchas mujeres pese a lo que indiquen las estadísticas.