oizu se ha convertido en el epicentro de Europa con el hallazgo de los restos del cuerpo humano completo más antiguo de Navarra, con más de 11.000 años. Todo un orgullo para un valle de Erro que tiene ante sí uno de los descubrimientos prehistóricos más relevantes a nivel europeo y una oportunidad para poner en valor un Pirineo en clara recesión, con problemas de despoblación y que necesita nuevos motores económicos además de servicios, también para reforzar un turismo de calidad. Una cueva hasta ahora desconocida, la de Aintzioa-Loizu, sin duda con vocación de museo. Un reto sin duda para las administraciones que se tomen en serio esta apuesta. El estado de conservación de los restos se puede considerar excepcional (el esqueleto esta? pra?cticamente completo) de una de las últimas sociedades de agricultores y recolectores. Apasionante sin duda saber cómo vivían y morían estas tribus de la Prehistoria, nuestros ancestros. El cráneo presenta un agujero al parecer debido al impacto de un proyectil. Es el nivel de detalle que nos aportan hoy los arqueólogos y espeleólogos que han trabajado en el hallazgo. El Hombre de Loizu vivió en la transición entre el Pleistoceno, en torno la Edad del Hielo, y el Holoceno, una etapa del Paleolítico que resultó crucial en el desarrollo humano y también para el planeta. Es decir, seres que vivieron el paso de un planeta Tierra cubierto de glaciares y bajas temperaturas (los mamuts) a un periodo posglacial en el que el hielo se derritió, lo que provocó un descenso en el nivel del mar. La única especie humana que sobrevivió a esa época fue el Homo Sapiens, que desarrollaría en esta etapa de la evolución la agricultura y la civilización como sustento, lo que a su vez supondría un fuerte impacto en el medio ambiente. Precisamente el arqueólogo Pablo Arias destacaba ayer que este descubrimiento puede arrojar también mucha luz en torno al cambio climático que hoy padecemos. El Homo Sapiens fue capaz de desarrollar una vida organizada en grupos sociales. Pequeñas tribus que vivían en cavernas pero que, lejos de ser salvajes, demostraban una cultura elevada. De hecho el cuerpo se encontraba envuelto en un sudario y pintado con colores. Símbolos sin duda de rituales y creencias como los que han mantenido durante años en estos pueblos del Pirineo, de agricultores y ganaderos, y con una profunda fe religiosa. El tiempo pasa pero no tanto.