l decaimiento hoy del estado de alarma, por decisión política del Gobierno español más que por lo que dicta la realidad de la situación sanitaria, deja a las comunidades autónomas a merced de los fallos de los Tribunales Superiores de Justicia que son los que tienen en sus manos aprobar o rechazar las diferentes medidas restrictivas previstas en cada zona en función de su realidad epidemiológica y que hasta la fecha se han mostrado eficaces para combatir el coronavirus. El rechazo judicial, ya conocido en algunas comunidades como la CAV, pone en manos de la ciudadanía la máxima responsabilidad de adoptar las actitudes y compromisos necesarios para evitar la expansión de la pandemia. Navarra es una de las cuatro comunidades que han optado por mantener el toque de queda entre las 23.00 y las 6.00 horas, una medida que tiene que ser ratificada por el TSJN y que mientras sigue en vigor. Durante los últimos meses, la declaración del estado de alarma ha dado cobertura legal a una serie de medidas que han supuesto una limitación de derechos y libertades. Es justo reconocerlo, porque el esfuerzo de todos y todas ha sido extraordinario. Sin ese paraguas y sin el aval de la justicia a algunas de esas limitaciones como el toque de queda, los cierres perimetrales y el número de personas que pueden reunirse, por tratarse de derechos fundamentales, es -dada la alta incidencia del virus que aún se mantiene en Navarra, la CAV y otras zonas próximas - la hora de la verdad, el momento de seguir apelando a los "deberes" que como ciudadanos y ciudadanas y como sociedad nos corresponden, y que son igual de "fundamentales", si se trata de lograr el objetivo de salvaguardar la salud y la vida de todos y todas. Es obligado recordar que la derogación del estado de alarma no significa que la pandemia esté ni mucho menos superada, aunque los datos de los últimos días indican un descenso de contagios. Se corre el riesgo también de una relajación a medida que avanza la vacunación, cuando todavía queda mucho para la inmunidad colectiva. No se ha entrado en la normalidad, y no se debería alentar esa idea, no es momento de ello ni de buscar compensar de alguna manera el tiempo perdido. Es, por contra, la hora de mantener e incluso extremar la responsabilidad individual y colectiva, como ha hecho de manera ejemplar hasta ahora el conjunto de la sociedad.