a violencia machista ha vuelto a mostrar su peor cara en estos últimos días. Seis mujeres han muerto asesinadas en diferentes puntos del Estado, la última ayer en Zaragoza. En este caso el hombre acusado de haber matado a su pareja, que fue detenido tras intentar suicidarse, tenía una orden de alejamiento en vigor que ya había incumplido en otras ocasiones y contaba con varias denuncias por malos tratos por parte de la fallecida. Una historia que tristemente se repite y que evidencia fallos en el sistema de protección a las mujeres que dan el paso de denunciar. Unas cifras alarmantes que no pueden caer en saco roto y que no deberían quedar en mera estadística ni en acciones puntuales. Lo ocurrido esta semana es una señal de alarma, de una alarma que no tiene fecha de caducidad hasta que se consiga erradicar esta lacra social. La pandemia en muchos casos la ha agravado, ya que el confinamiento ha obligado a muchas mujeres a convivir con sus agresores y algunas de ellas han visto como la violencia se instalaba irremediablemente en sus casas. Es preciso reaccionar a tiempo, sobre todo porque según reconocen desde las áreas de igualdad y protección de las mujeres, desde hace ya un tiempo demasiadas víctimas de maltrato que saben que cuentan con instrumentos para poder vivir protegidas no recurren a ellos, por miedo, por desinformación, por la dureza de un proceso que demasiadas veces se pone en contra de las denunciantes. Por no obviar el daño que la incorporación de la ultraderecha a la política está haciendo en la lucha por la igualdad. No hay que dejar que cale su mensaje. Ni una gota. La conciencia común debe seguir firme en el rechazo de esta lacra. La ministra de Igualdad, Irene Montero, ya ha anunciado un plan de mejora y modernización de las herramientas para luchar contra la violencia machista asumiendo que los planes actuales no están siendo suficientes y que es preciso con urgencia detectar los elementos que están fallando. Y un fallo cuando hablamos de mujer y violencia es no llegar a tiempo para salvar una vida. La violencia machista es uno de los principales problemas pendientes en la sociedad actual, porque se trata de una violencia estructural que solo con la unión de todas y todos, instituciones, partidos políticos, la sociedad y los medios de comunicación conseguiremos frenar. Sin duda es la manifestación más brutal de la desigualdad que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo.