na noche más de botellones, vandalismo y desmadre en el Casco Viejo de Iruña y en otras zonas de la ciudad ha terminado con altercados, detenidos, destrozos en portales y establecimientos hoteleros, jardines y mobiliario urbano, robos en locales privados y lanzamientos de botellas, vasos y otros objetos a los agentes de la Policía. Y junto a todo ello, la vulneración sistemática de los derechos de las vecinas y vecinos a su descanso nocturno y a su convivencia en el barrio. Acrecentadas cada jueves con la convocatoria del juevintxo y desbordada esta semana con el inicio del curso universitario y la llegada de cientos de estudiantes, los incidentes ocasionados por los ilegales botellones en las mal denominadas no fiestas que han ido marcando poco a poco el verano con incidentes en Pamplona y en otras localidades de Navarra -han ocurrido hechos similares en la CAV y en otras comunidades del Estado-, y empiezan a caldear también el otoño. Es necesario seguir llamando al cumplimiento de las normas y en la insistencia ineludible en que la prevención y el control siguen siendo las principales herramientas para encarar las aglomeraciones, los botellones y los incidentes que se dan como resultado de a la postre insuficiente intervención policial. Que los altercados se estén produciendo de manera sistemática deriva además en un hartazgo ciudadano que tiñe de miedo y preocupación el día a día de los vecinos y vecinas de los lugares donde se producen los actos incívicos y que asisten impotentes a las dudas sobre su seguridad. Porque la continua repetición de este tipo de actos en los que grupos de jóvenes lanzan piedras y botellas a la Policía, los bienes públicos y privados y a los propios vecinos y vecinas y arrasan con todo lo que pueden en una trifulca festiva de alcohol y nocturnidad resulta ya insoportable para la ciudadanía, que en su inmensa mayoría cumple las restricciones de manera ejemplar. Es, por ello, necesario poner coto urgente tanto a los botellones como a los disturbios, Y también reforzar el control y la prevención para evitar las concentraciones masivas de personas en las noches para evitar choques que deriven en más disturbios que no solo alteran la paz ciudadana sino que vulneran la normativa impuesta para evitar el avance del coronavirus, por lo que son profundamente insolidarios y ponen en riesgo la salud pública. La juerga de los alborotadores no puede imponer su ley.