La ratificación por parte de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea del estatus de Ucrania como país candidato a la entrada en el club de los Veintisiete supone de facto la adhesión del país en la familia europea habida cuenta de las actuaciones en el ámbito político, económico y militar llegadas de Europa en su defensa. La propia UE señaló ayer que la candidatura llega en un momento decisivo bajo la forma de una elección geopolítica que beneficia tanto a Ucrania como a la UE.

Al primero porque su integración supone obviamente la mejor garantía de seguridad para el país que vive bajo la amenaza rusa cristalizada en la guerra que ayer cumplió 120 días y que se concentra en el este del territorio. Al segundo, porque envía una fuerte señal de defensa de los valores y principios de definen a los Veintisiete en medio de una invasión en sus puertas y dibuja un proceso de transformación para los países que ven a la UE su lugar de destino y además, porque la ampliación debe suponer una forma de garantía de la seguridad geopolítica europea situando a Ucrania, cuando sea miembro de pleno derecho, como un contrapeso frente a Rusia.

El formalismo escenificado ayer en el Consejo Europeo supone un aval también a la vecina Moldavia que, junto a Kiev, deberán transitar todavía un largo camino en el que deberán adoptar las directrices legales necesarias que obligan las exigencias de Bruselas y que precisan adoptar profundas reformas como consolidar el Estado de Derecho, reformar el poder judicial y tomar rotundas medidas anticorrupción, tal y como apuntó la propia Comisión Europea cuando recomendó su candidatura.

El embudo formado por países que se mantienen en la lista de espera como Montenegro, Serbia, Albania, Bosnia o el eterno Turquía- este último desde 1999- no debiera suponer un agravio comparativo con los recién confirmados candidatos. La visita de los líderes de Francia, Italia o Alemania a Kiev hace unos días avaló la entrada pero esta solicitud de ingreso supone algo más respecto al resto: es una senda necesaria hacia la supervivencia. Otra cuestión seguirá siendo qué tipo de club desea ser la UE con los recién llegados, cuando se integren formalmente y aceptar las distintas velocidades, seguir enfrentando las diferencias y así encarar los compromisos con quienes no tienen necesariamente que compartir sus criterios