Una quiebra del sistema eléctrico sin precedentes requiere una reflexión y un análisis a la altura. Es lógico que la prioridad ayer fuera restablecer el servicio a millones de personas, empresas grandes y pequeñas, instituciones y servicios. Igualmente, se comprende que los mensajes a la ciudadanía deben ser de confianza y tranquilidad y no dar pábulo a especulaciones. No obstante, también es preciso ofrecer soluciones y garantías. La extrema dependencia del funcionamiento diario de la sociedad y la economía de la disponibilidad de energía eléctrica ha quedado acreditada, por si cabía alguna duda, aunque cabía darla por descontada.
La inesperada fragilidad del sistema de distribución peninsular ha cogido a la opinión pública por sorpresa, aunque desde diversas aproximaciones técnicas ya se venía advirtiendo de la limitada red de distribución y del riesgo que supone la escasa interconectividad con el resto de Europa. Consecuentemente, es oportuno demandar un diagnóstico profundo y claro de las causas de esta fractura e identificar alternativas que permitan evitar su repetición. Hoy hay demasiadas sombras en torno a este colapso y deberán ser despejadas en beneficio de la tranquilidad ciudadana.
La escasa información facilitada desde el Gobierno español puede ser un ejercicio de prudencia pero no debe dilatarse en el tiempo. Los sistemas de emergencias están funcionando en términos de servicios públicos esenciales, pero el impacto de la desinformación no se contiene a base de silencio.
Por otro lado, la tentación de hacer política de vuelo bajo en estas circunstancias también está de más. La precipitada ayer es una crisis de Estado y no basta con ceder a la administración española la responsabilidad de su gestión —como hicieron ya ayer varias autonomías gobernadas por el Partido Popular—.
Además el sector eléctrico tiene que ser atendido en sus demandas y exigido en sus compromisos. La producción extra activada ayer volvió a mostrar la dependencia del gas natural como energía de complemento pero nada es suficiente si el problema radica en la distribución. La lenta reactivación de las plantas de generación hace saltar otra alerta: el suministro desde Marruecos y Francia ha sido la respuesta inmediata, lo que pone en evidencia que la endogamia del sistema eléctrico ibérico no es sostenible.