Trump no tiene límites
Desde se prerrogativa de comandante en jefe, Donald Trump se saltó todas las normas y ordenó un ataque a tres instalaciones nucleares iraníes sin la pertinente consulta al Congreso de EEUU
En la madrugada del domingo, el presidente Donald Trump ordenó un ataque aéreo y marítimo contra tres instalaciones nucleares iraníes –Fordow, Natanz e Isfahán– sin haber obtenido autorización previa del Congreso. Se trata de la intervención más directa de EEUU en territorio iraní en décadas. Utilizando bombarderos B2 equipados con bombas bunkerbuster y misiles Tomahawk, Trump proclamó haber destruido los objetivos, justificando la acción como un paso decisivo para “desmantelar la capacidad nuclear de Irán”. Es inquietante la omisión de consulta al Congreso. Varios representantes, entre ellos Pelosi y Schumer, denunciaron esta maniobra como “ilegal” e “inasumible” sin una resolución formal.
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Este acto no solo rompe con los precedentes constitucionales –que requieren un aviso al Congreso en un máximo de 48 horas y su aprobación si la acción supera los 60 días– sino que vuelve a instalar la idea de una presidencia con facultades decididamente ilimitadas. Esta intervención se inscribe también en un patrón de hegemonía unilateral. La administración Trump ha decidido no confiar en la diplomacia multilateral ni en el sistema jurídico internacional. Las consecuencias inmediatas ya se dejan sentir: precio del petróleo disparado, riesgo de escalada regional –incluidos misiles iraníes contra Israel –y tensiones crecientes en instituciones multilaterales como la ONU. Más aún, se erosiona la credibilidad de Estados Unidos como potencia respetuosa de la ley, lo cual debilita su papel de mediador global.
Frente a esta deriva, se impone una interrogante fundamental: ¿qué clase de orden mundial puede construirse cuando las principales democracias renuncian a sus mecanismos internos de control? El ataque de la madrugada del domingo no es solo una afrenta constitucional; es, sobre todo, un síntoma del hundimiento del multilateralismo y del resurgimiento de una lógica del poder instrumental y ejecutivo. El gesto de Trump, sostenido en su prerrogativa de comandante en jefe, marca un precedente peligroso. En su nombre, no solo se ha atacado Irán: se ha asestado un golpe al principio democrático de equilibrio entre poderes. Y eso, más allá de Oriente Medio, pone en jaque el sistema político estadounidense y la arquitectura del orden global.