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Editorial

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El peligro del nacionalismo cristiano

El fortalecimiento de un conservadurismo radical, salpicado de doctrina religiosa, se convierte en un problema de convivencia en aquellos países, como EEUU, en los que la religión y la política se confunden

El peligro del nacionalismo cristianoEFE

El acervo cultural occidental acostumbra a calificar como integristas a aquellos que profesan un credo de manera exhaustiva, rigurosa y casi enfermiza y que la priorizan por encima de los derechos y las leyes humanas, que en esos países desaparecen ante los preceptos religiosos. Habitualmente se utiliza ese término y sus variantes para calificar a una tipología concreta de fieles del Islam y de los países que han asimilado –habitualmente, de manera impuesta– dichos formatos teocráticos como marco institucional.

No obstante, el cristianismo, hilo con el que se cosen las sociedades de corte europeo desde hace siglos y que parecería, a primera vista, el cotejo laico a todo lo descrito, no está exento de este tipo de doctrina, que ha experimentado en los últimos meses un crecimiento exponencial, y no solo de manera endógena, sino en contraposición de otras opciones políticas, al parecer, en retirada (de momento), como el progresismo, sobre todo, en su vertiente woke o más intensa. No hace falta más que atender a lo que acontece en EEUU, donde una suerte de nacionalismo cristiano enarbola sus principios de tal manera que se imbrica con un conservadurismo, habitualmente, propio de los republicanos, hasta confundir ambos conceptos en una amalgama difícil de desenredar. Todo ello se ha visto con nitidez en los funerales celebrados por el alma de Charlie Kirk, un joven político e influencer ligado al pensamiento ultraconservador más crudo y básico –no exento de tintes machistas o racistas– auspiciado por el presidente de EEUU, Donald Trump, y que fue asesinado de un disparo en el cuello por un francotirador ya detenido.

Con el cuerpo de este aún caliente, se le consideró mártir y en loor de multitudes, primeros espadas del gabinete presidencial, como los católicos Marco Rubio y JD Vance, a la sazón, secretario de Estado y vicepresidente, desglosaron la vida de Jesucristo para decorar las hazañas del fenecido y le compararon con el primer mártir cristiano, el diácono San Esteban. Este tipo de aseveraciones, más allá de su propia trascendencia, se convierten en peligrosas por cuanto dividen a la sociedad desde su misma génesis, al contraponerse no solo a otras opciones políticas, sino a cualquiera que no comparta un color de pie determinado, o un credo concreto o un origen determinado.