El D es hoy. 22 meses después de ser despachado al Golfo por una patada filial, Juan Carlos de Borbón se plantará en Sanxenso, donde le aguarda el Bribón, para echarse unas regatas con los amigotes. Luego, ya si eso, se dará un rule a ver a su vástago, que está que fuma en pipa. Y con él, la mayor parte delos amanuenses cortesanos, como van a comprobar.

"Don Juan Carlos, así no", medio le implora, medio le exige en El Mundo el requetemonárquico Eduardo Álvarez. Se le nota azorado al hombre: "Claro que tiene derecho Don Juan Carlos a regresar a su patria. Pero el modo de hacerlo ha de estar antes que nada supeditado a la absoluta lealtad que debe al Rey -y que se demuestra con hechos, no con cartitas-, esto es, a Felipe VI, quien se mueve con habilidad y prudencia en un alambre de difíciles equilibrios y no pocas espinas, al que solo le faltaba que sean sus propios familiares quienes le arrojen más piedras. Don Juan Carlos no ha comprendido que, como advirtió Cánovas, él es «un reinado, una época». Y eso conlleva servidumbres de discreción y de virtud pública que brillan por su ausencia".

Unas páginas antes, Javier Redondo había sido heraldo del acongoje tanto en Moncloa como en Zarzuela por las pirulas que pueda montar el regresado: "En lo que coinciden las distintas facciones que componen el acoplado engranaje gubernamental es que les gustaría convertir el viaje privado del Rey Juan Carlos en un programa de televisión, en una confesión con suspense en horario de máxima audiencia. Porque no se puede soplar y sorber, no se puede perseguir discreción y airear reclamos. Zarzuela y Moncloa pretendían un regreso discreto. Zarzuela aceptó las condiciones de Moncloa, que dejó los megáfonos al alcance de la mano de sus activistas internos para justificar después, sinuosa y cabizbaja, que el bullicio y alboroto perjudican la imagen de la Corona".

En El Confidencial es Ignacio Varela quien firma la petición, casi el ruego, de que no la líe. "Majestad, no haga más olas, por favor", encabeza un lago texto que avanza en bucle hasta la solicitud final: "Dicen que este fin de semana el Rey emérito estará en Sanxenxo para una regata. Lo lamento por los regatistas, porque nadie les prestará atención: no habrá otra noticia que la reaparición real. Pero me sirve el evento para formular un ruego de parte de quienes apreciamos lo que hizo por la democracia y queremos defenderlo: Majestad, por favor, no haga más olas".

Otro al que no le llega la camisa al cuello es a Ignacio Camacho. Pese a su borbonismo sin tacha, el columnero de ABC conoce al rey viejo y pone velas al propio Campechano para que no haga demasiado de sí mismo: "A partir de aquella mala decisión de inicio, la del falso exilio, todo lo que rodea la vida actual de Juan Carlos deriva de una u otra forma, con o sin motivo, en conflicto. Si conserva siquiera una parte de su contrastado instinto político, el mal llamado emérito habrá entendido las razones esenciales que desaconsejan todo exceso de protagonismo. En resumen, que después de todo lo que ha sucedido está en el deber moral de no contribuir a que su retorno se convierta en un circo".

En Vozpópuli, Gabriel Sanz desplaza la carga de la responsabilidad. No es el em´rito quiene debe comportarse sino los ciudadanos: "Así que, este sábado, cuando regrese a España por vez primera en dos años, hagámonos un favor y no volvamos a sobreactuar, ni con golpes de pecho en Twitter ni partiéndonos ninguna camisa, simplemente acogiéndolo en silencio -de desprecio o compasión, a elegir- como lo que es: un anciano que nos estafó, pero tiene derecho a morir en paz en su país".

Vamos con los dos últimos, los que no solo no están preocupados por el posible numerito, sino que hacen la ola ante la vuelta. Uno de ellos el kitcheniano Jorge Fernández Díaz, que termina así sus albricias en La Razón: "Pero no hay mal que por bien no venga, y el plus de transparencia y ejemplaridad exigido a la Corona por la experiencia de estos últimos años, no ha hecho sino reforzarla y afianzarla. Mal que pese a sus detractores, así sucede con S.M. Felipe VI. D. Juan Carlos no tiene ninguna causa penal abierta y no tiene menos derecho que cualquier otro español a venir a su patria. Bienvenido Señor a su casa, y feliz estancia en ella".

El cohete más gordo lo tira Antonio R. Naranjo en El Debate. No faltan ni etarras ni golpistas catalanes en la pólvora: "El Rey Juan Carlos ha hecho algunas cosas mal y muchas muy bien. Pero en un país que libera a etarras, plagia tesis doctorales, se asocia con Tejeros si hablan catalán o vascuence y le lame el emirato a Tomás, un demócrata de toda la vida; elegir como objetivo a un señor de 84 años que se encargó de abrirle el Golfo a España, de enterrar a Franco, de parar un golpe de Estado y de legar a un Rey impecable como Felipe es, como mínimo, irónico".