A la espera de lo que pronostica como paseo triunfal el 28 de mayo, la prensa de orden celebra los resultados espectaculares de pinochetismo en las elecciones constituyentes de Chile. Nada que sorprenda, ¿verdad?

La Razón, que ayer seguía encuadrando a Vox en el centro-derecha, titula así su editorial: “Chile se blinda frente a la izquierda radical”. Y en la letra menuda, esto: “Una amplia mayoría de los chilenos, el 35,4 por ciento, ha votado a un partido que la mayor parte del establishment político había convertido en epítome de un nuevo fascismo, en una estrategia de deslegitimación que no ha tenido demasiado éxito. Que en medio de la oleada de populismo izquierdista que registra Iberoamérica, Chile haya optado por confiar su texto fundamental a un dirigente como Kast, poco dado a concesiones a la galería, nos habla de un cambio de tendencia, pero, también, del fracaso de la nueva izquierda”.

Sin echarse tanto al monte, John Müller da testimonio del viraje a la derecha en su columna de ABC: “Dos millones y medio de electores votaron nulo o blanco, y otros dos millones y medio no fueron a votar pese a las amenazas de multas. Si se le suman los tres millones y medio de votos de los republicanos, en total hay casi nueve millones de ciudadanos que pueden aglutinarse bajo la categoría de escepticismo constituyente. Han aprendido que una nueva Constitución ni los hará más prósperos ni los librará de otros males por ensalmo”.

En El Debate, Ramón Pérez-Maura se engorila ante la adscripción a la extrema derecha del Trump chileno: “Hablaron de las elecciones constituyentes en Chile. Victoria arrolladora de los rivales políticos del actual presidente que en el titular del TVE era: «Gana la ultraderecha», 22 escaños del partido del excandidato presidencial Kast frente a 17 del presidente Boric. Kast es un católico de ideas liberales en economía. Y eso para nuestra TVE es ser ultraderecha”.

"Chile anticipa la derrota de Pedro Sánchez"

J. Cuadrado (Vozpópuli)

Nadie llega tan lejos en el análisis (o lo que sea) como Jesús Cuadrado, que en Vozpópuli tira una línea gorda entre España y Chile. “El vuelco electoral en Chile apunta al cansancio provocado por quienes prometen cambios y producen desastres. Como sanchistas españoles y Nunes franceses, pertenecen a una izquierda apalancada en las políticas económicas basadas en la “trampa del dinero fácil”, como explica Nouriel Roubini. Los chilenos, después de comprobar cómo una alianza de comunistas y socialistas colocaban la República al borde del precipicio, reaccionaron”. Por si no se ha entendido, el título de la descarga es: “Chile anticipa la derrota de Pedro Sánchez”.

Sanchismo y antisanchismo

"A la mayoría de los ciudadanos les repatea la cama redonda del sanchismo con los separatas"

Raúl del Pozo (El Mundo)

Aunque los términos existen prácticamente desde la primera noche que el sucesor de Rajoy durmió en Moncloa, de un tiempo a esta parte, la prensa de orden ha convertido moda teorizar sobre el sanchismo y el antisanchismo. En El Mundo, Raúl del Pozo nada y guarda la ropa. “Fin del sanchismo o no”, titula una pieza que contiene este tantatarantán: “A la mayoría de los ciudadanos les repatea la cama redonda del sanchismo con los separatas, su democracia de decreto ley, su desprecio a la separación de poderes, la chulería del no es no, su discurso engañoso. Pero tiene mucha cara y mucha panoja que repartir. Esta no es una pelea entre los que mandan y los que quieren mandar sino un momento histórico en el que se pregunta a la nación si quiere seguir siéndolo. No es un cambio de ciclo, ni de paradigma, ni de partido reinante, sino unas elecciones en las que se juegan la Monarquía parlamentaria, el mapa y el laberinto español”.

En La Razón, Abel Sánchez, declarado antisanchista, nos explica en qué consiste la vaina. O en qué no consiste: “El «antisanchismo» se ha convertido en la ideología dominante en España. El «antisanchismo» va directamente contra la doctrina política que representa el «sanchismo»: una conjunción de socialismo y comunismo, fórmula desechada hace tiempo en Europa, que funciona, para más inri, con el apoyo de los nacionalismos separatistas de la periferia, todo adobado con unas gotas de populismo peronista o caribeño. Un experimento tercermundista, que muchos consideran anticuado y peligroso”. Continuará.