Acerca del artículo sobre bajeras de ocio aparecido en la página 27 de DIARIO DE NOTICIAS el 14 de abril firmado por Pili Yoldi, apreciamos los controvertidos criterios que provoca el asunto, empezando por esa intervención del Ayuntamiento, espectacular, preelectoralista y que se anuncia prepotente y controladora. Según usted y sus sondeos, vende humos porque deja al grueso de bajeras que originaron la protesta prácticamente igual, y a los vecinos al pairo.
En esa relación entre jóvenes de bajera y vecinos se dan los mismos matices que entre profesorado y alumnos conflictivos, o padres con hijos ingobernables, cosas tantas veces denunciadas: el mismo desprecio, la misma desconsideración y arrogancia, falta de empatía... Son hijos de la época del 68, aquella de Prohibido prohibir, lo que podría explicar muchas cosas. En ese clima entre permisividad y la desorientación, cualquier medida correctora se tacha de dictatorial, sobre todo entre gentes que nunca han conocido una dictadura.
Es curioso que comentando su digno escrito sobre bajeras nos hayamos remontado hasta la Sociología, pero cuando la licencia de zurracapote para fiestas patronales se hace extensiva a todo un año tras otro, cuando cualquier madrugada te llenan de coches tuneados, juegan a la Play entre persianazos y gritos de entusiasmo y hacen de las aceras terrazas con sofás y sillas, hay que echar mano del tono sociológico más grueso para entender cómo se puede cuestionar una tímida y parcial insonorización de 55 decibelios, y que además tal hecho sea anuncio del aplastamiento burocrático de lo más granado de nuestra juventud. Pediremos opinión a la madre trabajadora, que, atrapada en el llanto del crío que se ha despertado y la hora implacable del curro, no tiene otra defensa que saber, tras algunas actuaciones administrativas y algún cierre, que cuando menos, la zona y sus piperos y usos están bajo observación y registrados en alguna base de datos.