El Covid19 va a significar un antes y un después en de la historia de la humanidad. No es una afirmación pretenciosa. Ya me gustaría que la historia me traicionara. Porque ello significaría que hemos sido capaces de recuperar el porvenir. Porque si de porvenires se trata, hay millones de personas que si ya vivían el presente y poco más, en adelante, sus vidas precarias y pobres acabarán convertidas en restos de serie, vidas al pairo a expensas de un rescate impredecible.

Antes de esta pandemia de clase, porque no es verdad que afecte a todos por igual, había en el Reino de España un 15% de la población trabajadora definidos como working poor, es decir, trabajadores con contratos legales por debajo del umbral de la pobreza. En adelante se acumularán miles de ERTEs dejando a millones de trabajadores y trabajadoras a la intemperie. Aquí mismo en Nafarroa se acumulan 5600 expedientes (a fecha de 1 de abril) y la amenaza de inseguridad económica afectará a más de 160.000 trabajadoras y trabajadores en Euskal Herria. A esto hay que añadir la masiva destrucción del empleo precario y temporal que ya está en marcha. Y es que en este reino de España permanentemente festivalizado, el 40% de los contratos duran un mes o menos. Muchos de ellos ligados al sector turístico y tabernario, las trabajadoras de atención domiciliaria, las cuidadoras, las empleadas de hogar, las kellys, los camareros, los que nos suministran alimentos, empleados de cooperativas, trabajadoras y trabajadores del tercer sector, de la cultura y del espectáculo, pequeños autónomos y así decenas de empleos bajo mínimos, anónimos, irregulares y sometidos a un brutal inseguridad.

Nunca en la historia occidental capitalista o protocapitalista, se había vivido una crisis de estas magnitudes. Se han anunciado medidas, sí. Se habla de 200.000 millones de euros de los cuales 17.000 se destinarán a "gasto social". En los últimos días se han definiendo medidas como la moratoria sobre los desahucios y la más destacada; el previsible subsidio para las trabajadoras domésticas, si bien ello será mínimo dadas sus menguadas bases de cotización. Algunos nos planteamos si con esos millones se logrará sostener esta descomunal precariedad sobrevenida. Y si ese sostenimiento no tiene que ver más con la caridad filantrocapitalista que con la justicia redistributiva. Y es que si la anterior crisis de 2008 arrasó creando un desigualdad escandalosa, esta pandemia social, no será menos. Y llueve sobre mojado, porque millones de personas aún no se habían recuperado.

En este escenario es urgente plantear una vez más la propuesta de la Renta Básica Universal. Para hacer frente a los efectos devastadores sobre la vida y la existencia material de millones de familias. Y no como un juego de oportunidades, sino como una necesidad vital para la ciudadanía, para millones de desempleados sin futuro, precarizados y precarizadas que una vez terminados los subsidios condicionados se expondrán a condiciones draconianas de subsistencia. Sobre todo porque ese 14% de trabajadores pobres que vivían de los restos de un mercado laboral desestructurado y frágil, se verán expulsados de ese circuito de trabajos irregulares y contratos en gris que proporcionaba la economía precaria. Porque esa economía se destruirá y tardará en recuperar su escasa y vergonzosa temporalidad

En estos días de cruel presente, tanto desde sindicatos, entidades, las propias CCAA y hasta el propio gobierno central, se está barajando la idea de activar una renta mínima vital. Y se están proponiendo varias alternativas que están creando no poca confusión: repensar o adaptar las actuales rentas garantizadas, esos subsidios condicionados gestionados por todas las CCAA y que no sacan de pobres al 10% de la población a la que llegan, implementar una renta mínima vital más ambiciosa y menos condicionada y otras variables que tienen por objeto afrontar el momento actual de millones de personas que ya antes de la crisis arrastraban sus vidas a golpe de trabajo empobrecido y subsidios condicionados.

Pero se trata de ser prácticos y proponer medidas que en otro tiempo podrían ser condenadas por cortoplacistas o reduccionistas. En este sentido se trata de activar una renta de rescate urgente para una situación urgente. Como dice Daniel Raventós, se trata de activar a corto plazo una propuesta " que ya se ha venido en llamar Renta de Cuarentena, una renta básica incondicional y universal, por ejemplo en lo que queda de año, por un importe mínimo a determinar combinado con una congelación del pago de alquileres además del de hipotecas". Esto lo suscriben también las Cámaras de Trabajo Autónomo y Precario de Lombardía, impulsoras de esta iniciativa: "La Renta de Cuarentena debe suministrar directamente fondos a los bolsillos de las trabajadoras y trabajadores, sean empleados o autónomos, colaboradores o estacionales, se trate de trabajo negro o "trabajo gris"

Pero con esto no basta. Quizás la pandemia aplaque las voces y los gritos y hasta nos desconflictivicemos para redimirnos solo ante la salud, pero no debemos olvidar que hemos llegado hasta aquí con el sistema de salud destrozado por la crisis de 2008 y que en la actualidad el Estado de Bienestar inconcluso del reino de España, fue brutalmente desmantelado tras esa crisis. Y hoy recogemos las terribles consecuencias de su incapacidad de respuesta. Y vuelvo a Raventós, "si de lo que se trata es de afrontar la crisis sistémica y avanzar en la transformación social, lo que se hace necesario son medidas estructurales, claramente de izquierdas, entre las que la renta básica ocupa un lugar prominente, junto a servicios públicos universales como la sanidad o la educación". Mientras tanto, la Renta de Cuarentena ayudaría. Y no poco.