El honor es, posiblemente, uno de los valores más importantes que poseemos. Es algo voluntario e individual que se va forjando a lo largo de la vida de cada uno, que hay que trabajarlo con tesón y que define la manera de ser de las personas. El honor nos hace más fuertes y nos mantiene libres y sin ataduras, y hace que nos comportemos de manera correcta y respetuosa con los demás.

A veces una persona con honor es molesta porque no depende de las decisiones de los demás, porque tiene unos valores recios que le hacen actuar con convicción y porque entiende, el honor, como una cualidad moral que le obliga a cumplir con sus obligaciones, consigo mismo y con los demás, aun sabiendo de posibles costes personales, profesionales o sociales.

Pocas veces nos fijamos y valoramos a estas personas que pasan a nuestro lado sin hacer ruido, sin llamar la atención, de manera anónima. Son personas que trabajan en nuestra oficina, vecinos del mismo bloque, miembros del club al que pertenecemos, incluso algunas de nuestro círculo más cercano, familiar o de amigos. Y puedo afirmar que las hay. Algunas de ellas las estamos viendo estos días en los medios de comunicación. Personas que son capaces de jugarse un buen puesto de trabajo, un estatus profesional y una mejor situación económica por no ceder a la presión de quien tienen más arriba. Por pensar, decir y hacer lo que creen más correcto sin caer en la trampa del ego personal y manteniendo lo más sagrado del ser humano, su dignidad personal y su honor. Me estoy refiriendo, sí, a los mandos de la Guardia Civil que han sido cesados o han mostrado su desacuerdo con un ministro y una directora general que, parece ser, no han reconocido en ellos sus valores personales, morales y profesionales.

"Instituto, gloria a ti, por tu honor quiero vivir. Viva España, Viva el Rey, viva el Orden y la Ley, viva honrada la Guardia Civil" es el inicio del himno de la Guardia Civil que con profundo respeto y convencimiento han cantado miles de veces, desde que iniciaron su carrera profesional en el Instituto Armado, hasta hoy día, situados ya en la cúspide de su carrera profesional o a punto de alcanzarla. El contenido de esta letra lo han llevado hasta las últimas consecuencias y esto les honra y merecen mi respeto y el de todos los ciudadanos de bien. Nombrando al coronel Diego Pérez de los Cobos, jefe de la Comandancia de Madrid, al Director Adjunto Operativo, Teniente General Laureano Ceña y al responsable del Mando de Operaciones, Teniente General Fernando Santafé, hago mi homenaje y reconocimiento público a todas las personas que priman estos valores, frente a quienes se fabrican una vida "más fácil" donde lo políticamente correcto y el "sol que más calienta" les sustenta.

Tenemos que ser capaces de ver a esas personas de nuestro entorno, silenciosas y discretas, que comparten cada día nuestro tiempo, trabajo y espacio y reconocer lo que hacen. Tenemos que humanizar y valorar la sociedad en la que vivimos, donde parece que solo existen ciertos no-valores y maneras de vivir absolutamente vacías. Si hay que ir contracorriente hagámoslo, si hay que decir "no" digámoslo y, si hay que mostrar que existe una manera diferente de hacer las cosas, demos testimonio y dejemos los sermones y teorías para otros. Creo en el honor y dignidad de las personas, en las que me fijo e intento aprender de ellas. Me fio de quien ejerce la objeción de conciencia por motivos éticos y humanos, de quien va contracorriente porque no está dispuesto a dejarse llevar sin criterio alguno, y me fio de quienes se la juegan sin esperar nada a cambio o sabiendo incluso que tienen mucho que perder. A esos, que "no vemos", muchas gracias por estar ahí. Ojalá tuviéramos todos el honor como bandera. Muchas cosas iban a cambiar.