Empieza la semana con uno de esos lunes de enero que nos aclaran que es invierno, sin más noticia meteorológica que lo que es una obviedad. Y si repasas el griterío de la oposición de este lunes resulta ser como el de cada lunes. Beltrán echando mano de Venezuela. Ni siquiera es novedoso. Esparza que se saca de la manga un informe jurídico encargado y pagado por UPN que dice que le da la razón. Lo contrario hubiera sido la risa ya interminable. Y otro lunes más el lío jurídico, personal y económico en que ha convertido la Cámara la pugna entre los parlamentarios de Podemos y los expulsados de Podemos. Informe jurídico va, informe jurídico viene. Una bronca que ahora pende sobre la aprobación del nuevo Mapa Local de Navarra, una asignatura pendiente desde hace décadas. Al delegado del Gobierno del PSOE en Navarra, José Luis Arasti, se la lían con el traspaso de la competencia de Tráfico a Navarra y a la Policía Foral y tiene que acabar aclarando la no noticia: que sí, que se firma está Legislatura y que se materializará en el tiempo. Y eso que el traspaso de esta competencia pactada en 1982 deambula así desde entonces. Que se lo pregunten a Sanz y a UPN. Así están las cosas de la política foral declarativa más simple a la búsqueda de un medio que baile el agua. Todo significativo del decadente mundo político que vivimos en este confuso tiempo. Por eso, de este lunes recién pasado me quedo con la marcha de un grande de Osasuna, Miguel Flaño. Una ida con fecha de vuelta de otro de esos capitanes de campo y de vestuario de los rojos. Y eso que mi aita era mucho más forofo de los hermanos Flaño que yo, seguramente porque, ahora que ya no está por aquí, él sabía más de fútbol que yo. Y quizá no sea así, pero hoy me parece más relevante Flaño, su persona, su discurso y su historia, con sus aciertos y sus errores como cada unos, que ese batiburrillo de nadas inútiles que cada lunes protagoniza en Navarra una oposición desesperada porque su aportación al progreso colectivo de la comunidad es ninguna.