fue escuchar la caterva de descalificaciones de Casado a Sánchez e imaginármelo sobre una caja de frutas, altavoz en mano. Cual regente de mercadillo reclamando la atención de la clientela para colocar su mercancía. Un género tan caduco que suena a guerracivilismo puro, con esa sobreactuación basada en el insulto y la mentira, nada que aporte soluciones a los problemas reales de la gente de a pie. A Casado sólo le importa el liderazgo de las tres derechas para tocar pelo cuanto antes al estilo del engendro andaluz y eso pasa por marcar el paso a Ciudadanos y a Vox, no se le vayan a adelantar como en el akelarre de Alsasua. La estrategia de agitación alcanzará mañana en Madrid cotas de vergüenza ajena, pero el tosco y rancio discurso de Casado no obedece sólo a un mero oportunismo electoralista. Porque este gachó, forjado a la vera de la dupla Aznar-Aguirre, se comporta como un reaccionario porque a fe que lo es aunque se travista de liberal. Observen si no con atención cómo se refiere a la mujer en términos de procreación, ligando aborto y pensiones, y al inmigrante como mano de obra, naturalmente barata. Casado tiene para sí que con él al frente de la otrora casa grande de la derecha postfranquista los ultras de Abascal no hubieran roto filas. Y, como vox del PP, a reintegrar a esa tropa aspira.