dice Sergio Sayas, candidato del frente de derechas que se disfraza bajo el seudónimo de Navarra Suma, que si ganan las elecciones generales, Uxue Barkos comienza a despedirse del Gobierno de Navarra. No apostaría 10 céntimos de euro a que de esa premisa se derive tal conclusión. En realidad, tampoco lo apostaría a la propia premisa, ya que el mismo Sayas la escribe en condicional, lo que solo puede implicar en la ciencia de la Lógica que es una premisa dudosa y por tanto poco creíble. Sayas puede ser la lista más votada en las generales al Congreso y puede ser que eso no signifique nada en mayo en Navarra. Incluso puede ser que ni siquiera sea la lista más votada en abril, lo que aún pondría más en duda la apuesta de Esparza por una coalición con Ciudadanos y PP sin las siglas de UPN. La propia frase describe las dudas cada vez más crecientes en una coalición que ni siquiera acaba de arrancar enfangada en contradicciones y luchas electorales de sus miembros. Poco que ver con los intereses de Navarra en estas elecciones generales y forales. Pero al margen de ello, tengo la percepción de que la abstención camina sólida hacia las elecciones generales de abril. Quizá sea una percepción errónea, pero las encuestas sitúan la participación muy por debajo del 70%. Y aún se dispara más entre los jóvenes menores de 25 años, incluidos los nuevos votantes. No digo que la abstención sea en sí misma ni mala ni buena, aunque pertenezco a esa generación que aún hoy hace del derecho al voto una principio democrático irrenunciable. Lo digo porque esa tendencia abstencionista se asienta junto al bureo permanente en que se ha instalado buena parte de la política, tanto en el Estado como también en partidos y medios de Navarra. Un bureo que ensalza la confrontación frente a los discursos y propuestas constructivas, que quedan desplazados en el espacio informativo. Y quizá sea ese estado exaltado de la política partidista lo que ha incrementado el hartazgo y la desconfianza de la sociedad hacia la política como vía de solución para los problemas y demandas de los ciudadanos. Resulta sospechoso, raro también, que en un Estado con millones de personas sin trabajo o en empleos precarios, inmerso en una profunda crisis de credibilidad política y corrupción institucional y con importantes retos de convivencia plurinacional pendientes, la campaña deambule entre la ignorancia de Casado, el cuñadismo absurdo de Rivera o la fanfarronería ultra de Abascal. Un parque de atracciones mediático y político que protagonizan todo tipo de personajes pintorescos sin credibilidad. Y junto a ellos, casi oculto para que no se note mucho, la pataleta permanente de Esparza en Navarra. Una campaña en las que las ocurrencias, muchas peligrosas para la democracia, se han impuesto al intercambio democrático de proyectos e ideas. Incluso pareciera que prefieren que la gente no vote, o vote mejor poco. Rajoy convocó elecciones a las puertas de Navidad y Sánchez las cita ahora con Semana Santa por medio. Una abstención inducida que devalúa la democracia. En Navarra, la participación crece cuando las expectativas de la sociedad para avanzar en positivo son altas. Ocurrió en 2004, en las generales contra la herencia de Aznar, en 2007 por una alternativa a la derecha que frustró el agostazo y en 2015, cuando la demanda de cambio se impuso en las urnas. A tener en cuenta en abril y en mayo.