Aunque pueda parecer lo contrario, la sociedad navarra de este 2019 no es la misma que aquella de 2007. Ni la de Europa ni la del mundo. Menos en el ámbito de la política. Hay similitudes, pero también amplias diferencias. No hay razones para regresar a un pasado que fue peor que este presente, por mucho que los portavoces políticos y mediáticos de las derechas en Navarra y en Madrid intenten situar el eje de la política en los mismos conceptos, falsedades e intoxicaciones interesadas que entonces. Han vuelto los tradicionales Navarra se vende, ha resurgido una ETA que ya no existe, se insta a la exclusión política de decenas de miles de navarros y navarras, se bandea de un lado a otro la palabra traición sobre el PSOE y se intenta señalar a las fuerzas vasquistas y de izquierdas como anormales ajenos a Navarra. Es penoso que una decisión política crucial pueda acabar tomándose por intereses partidistas externos a Navarra en Madrid y por encima de la voluntad democrática de los navarros y navarras. Otra vez. Es cierto que en 2007 ese discurso de amenaza y chantaje dio resultado en el agostazo del PSOE y Pepiño Blanco que entregó el Gobierno a UPN. Esa posibilidad existe vista la historia de las decisiones políticas desde 1996. Pero también es cierto que la situación política, social y económica de Navarra y también la del Estado no son hoy las que eran entonces. El PSN tiene ahora una nueva oportunidad de recuperar el Gobierno de Navarra con un proyecto que mantenga el impulso de progreso económico y social y de convivencia que se ha desarrollado los últimos cuatro años con buenos resultados para Navarra. Chivite, como le planteó la presidenta en funciones Uxue Barkos, tiene la posibilidad de conformar un Gobierno de progreso, plural y estable. No tiene sentido en esta Navarra de hoy aferrarse a viejas actitudes de veto y exclusión políticas que no tienen justificación alguna. Los votos de EH Bildu representan a 50.000 navarros y navarras de forma democrática y legítima. Y a cargos públicos con los que tanto los socialistas, como las derechas, comparten convivencia institucional en toda Navarra. No hay razones que sostengan esa actitud excluyente como no sea la de la debilidad política. Y es un camino contrario a la realidad electoral y política de la pluralidad de Navarra. Los votos y los porcentajes del 26-M, más allá del reparto de escaños, son muy claros en ese sentido. Ni siquiera la situación del PSOE en el Estado es la misma. Sánchez puede tener garantizado un gobierno estable con Podemos y el PNV para cuatro años. No hay riesgo para el PSOE con todo el ciclo electoral cerrado. Y en Navarra ese discurso tiene un recorrido cada vez más corto. Chivite puede ser presidenta si ella quiere serlo y con apoyos suficientes para garantizar la estabilidad institucional y la normalidad política. A no ser que la exclusión antidemocrática de EH Bildu solo sea una excusa diseñada de antemano para acabar en otro fraude a una clara mayoría de la sociedad navarra como el de aquel agostazo. Creo, y ya lo he escrito esta semana, que la dirección del PSN tiene decidida la apuesta por ese acuerdo, pero el resultado de esa vía depende, de nuevo, de la dirección federal del PSOE. Y también de si EH Bildu mantiene, en cualquier caso, su apuesta por lo avanzado estos años en Navarra. Pero si lo que viene es otro paripé que nos regrese al agostazo de 2007, como parece viendo la situación en el ámbito municipal, por favor que se aclare cuanto antes para irnos de vacaciones todos los navarros y navarras.