desde que el independentismo abertzale regresó a las instituciones, sus escaños más los de las derechas rondan o superan la mayoría absoluta en Navarra. En 2011, UPN tuvo 19 escaños, Bildu 7 y el PP 4. En 2015, UPN bajó a 15, EH Bildu subió a 8 y el PP se quedó en 2. Y en 2019, Navarra Suma ha obtenido 20 representantes en el Parlamento y EH Bildu 7. Bastar hacer la suma de lo que representan estos dos espacios políticos para constatar que no se pueden construir alternativas políticas estables al margen de ellos porque siempre tienen mayoría de bloqueo al alcanzar 25 escaños o más. Con estas cuentas, es lógico que las derechas reclamen sistemáticamente la exclusión de EH Bildu, porque les garantizaría gobernar de por vida, salvo que se den circunstancias como las de hace cuatro años, cuando UPN, PP y PSN se quedaron por debajo de la mayoría absoluta. Las pretensiones de vetar al soberanismo abertzale entran por lo tanto dentro de toda la lógica del conservadurismo, pero es un trapo al que no debería entrar el PSN-PSOE. Desde su creación, EH Bildu cumple con todos los requisitos legales para participar en la vida pública y mantiene una relación absolutamente normalizada con todos los partidos, incluido el PSN, en las instituciones. Negarse a hablar con esta formación, con la que los socialistas han mantenido una interlocución durante la pasada legislatura, justo cuando corresponde conformar gobierno, por la presión de la caverna mediática y de sus adversarios políticos, es absurdo y propio de acomplejados.