comienza un nuevo curso político en Navarra, el primero del Gobierno con Chivite de presidenta en una coalición con Geroa Bai y Podemos y el apoyo externo de I-E. Una nueva experiencia que, como exponía en DIARIO DE NOTICIAS el vicepresidente Javier Remírez, tiene la vocación de marcar la política foral por mucho tiempo. El Gobierno de Chivite tiene dos retos inmediatos: la elaboración de los Presupuestos para 2020 y la búsqueda de acuerdos parlamentarios que garanticen su aprobación en la Cámara. Será la primera prueba de fuego. Es evidente que buena parte de las prioridades que desarrolló el anterior Ejecutivo presidido por Uxue Barkos seguirán vigentes porque han servido para situar a Navarra en una posición social, económica y financiera mucho mejor que en 2015. Consolidar esos avances será determinante para afrontar los nuevos retos -y sombras- que parecen avecinarse por la inestabilidad política y económica en el ámbito internacional que se está centrando en la Unión Europea. Un estado de creciente incertidumbre que si se convierte en realidad puede extenderse también a Navarra y a la que será mejor hacer frente desde la estabilidad institucional y la normalidad social que desde la inútil bronca de la confrontación. Es cierto que una prórroga presupuestaria forma parte del juego político, pero Chivite debe hacer una apuesta clara por mantener esa línea de estabilidad de los últimos cuatro años que ha permitido aprobar todos los presupuestos y que ha posibilitado avanzar a Navarra como contrapunto de la inestabilidad y el bloqueo político instalado en el Estado. Navarra no está libre de problemas, pero está en una buena posición para afrontar el presente y el futuro. La realidad política señala a Navarra Suma y EH Bildu como posibles interlocutores para sumar mayorías en el Parlamento. No parece que el frente de derechas esté, al menos por ahora, en una actitud activa de acuerdos. Al contrario, sigue anquilosado en un discurso cada vez más duro y extremista que ha tomado ahora a Chivite -como estos cuatro años lo ha hecho con Barkos- como objetivo prioritario. Y no parece que con la posibilidad real de un adelanto electoral en el Estado en noviembre vaya a repensar esa actitud frentista de confrontación permanente y girar hacia la responsabilidad y la moderación. Al contrario, el discurso de Esparza es cada vez más el discurso del PP y Ciudadanos en Madrid contra Sánchez, sólo que con una menor capacidad de competir con el nivel de los insultos y mentiras que emanan de Casado, Beltrán, Álvarez de Toledo, Rivera, Arrimadas o Abascal. La presencia de parlamentarios -muy próximos a Esparza, además- y de concejales de UPN en un acto de la ultraderecha de nostalgia franquista evidencia que su apuesta política actual no pasa por el diálogo con este Gobierno. Ese discurso bucle de las derechas aferrado a los viejos dogmas del siglo pasado es posiblemente el principal problema de la Navarra de hoy. Es la propia UPN la que se autoexcluye como agente de diálogo y pactos en esta Navarra en la que la pluralidad ya es normalidad. Eso sitúa en ventaja a EH Bildu, que además de contar con la experiencia de los cuatro años de trabajo en común con Geroa Bai, I-E y Podemos en las políticas de cambio queda como único interlocutor posible en el ámbito institucional. Es el panorama en este curso político. Complejo, pero posible.