como ya ocurriera la pasada primavera, cuando las elecciones generales de abril influyeron directamente en los comicios forales y municipales de un mes después en Navarra -una coincidencia de la que el PSN fue el principal beneficiado entonces-, la repetición electoral de noviembre tendrá consecuencias en la política foral. De hecho, ya las está teniendo. Posiblemente, la aprobación de los Presupuestos para 2020, si finalmente el Gobierno de Chivite logra una mayoría parlamentaria que lo permita, se aplazará a enero o febrero. Tampoco será la primera vez. El candidato de Geroa Bai, Koldo Martínez, es el nuevo senador autonómico por Navarra tras la retirada del candidato de I-E una vez convocadas las nuevas elecciones. Y también en la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona, David Campión Ventura, alcalde del Valle de Ollo, fue elegido presidente con los votos de los independientes, EH Bildu, PSN (ambos retiraron a sus candidatos) y Geroa Bai. Navarra Suma que daba por hecho que ese cargo era suyo quedó fuera de juego. La elección en esta Mancomunidad evidencia dos cosas: una mayoría política y social en Navarra por la construcción en positivo y la prepotencia de Navarra Suma que ni se enteró de lo que ocurría. Pero, sobre todo, seguramente Navarra seguirá siendo por desgracia un foco en la batalla política que se libra en Madrid y en el conjunto del Estado. Lloverán de nuevo manipulaciones, intoxicaciones, insultos y mentiras, especialmente de portavoces del PP y Ciudadanos, socios aún de UPN, sobre la imagen de la sociedad navarra como un instrumento para intentar captar votos más allá de nuestras mugas. El discurso de Navarra Suma en Navarra seguirá anclado en la confrontación exagerada en que llevan deambulando tras la derrota política posterior a mayo. Esparza ya ha dejado claro que pretende hacer del 10-N una especie de segunda vuelta electoral en Navarra. Intención tan estéril e inútil. Los comicios al Congreso tienen poco que ver con unas elecciones forales y son éstas las que sirven para conformar el Parlamento y el Gobierno en Navarra, y aunque le pese a Navarra Suma, esas urnas no estarán en los colegios el 10-N. No tengo ni idea qué resultados darán las urnas esa noche -veo como posible novedad, al margen de coaliciones o alianzas de última hora, que EH Bildu obtenga el escaño que perdió por unos pocos cientos de votos en abril-, pero sean cuales sean no van a modificar la actual composición institucional de Navarra. Otra cosa es que lo que se derive posteriormente del 10-N en la conformación de mayorías en Madrid tenga mejores o peores consecuencias para los intereses generales de Navarra, para el avance de su autogobierno y para el actual Gobierno foral. Es cierto que la repetición electoral tiene más de perjuicio, sobre todo por la paralización política y por el inmenso griterío político que se avecina otra vez, que de beneficio para la actual estabilidad política, social y económica de Navarra. Pero el 11-N tampoco acabará nada. Quizá solo que ese lunes pueda ser el principio del fin del frente de las derechas en Navarra Suma. Las alianzas tejidas para la configuración del Gobierno de Chivite, en especial el acuerdo político entre PSN y Geroa Bai, parecen lo suficientemente fuertes como para sobrepasar sin especiales sobresaltos los resultados del 10-N. En los escaños de la oposición siempre hace más frío.