Nos estamos cargando el planeta, y eso es decir tanto como que de alguna manera nos lo estamos cargando todo, poco a poco, con pequeños y grandes gestos. Nos lo empezamos a cargar hace muchos años y el goteo no para. Destrozamos lo que necesitamos en el absurdo empeño de acumular lo que no necesitamos. Cada uno tenemos nuestra parte de responsabilidad, pequeña, es verdad, minúscula si la comparamos con la magnitud del problema. Somos como granos de arena en el desierto, pero formamos parte tanto del problema como de la solución. El calentamiento global, el cambio climático, el aumento de la temperatura del planeta ha producido ya alteraciones en el clima que según los expertos nunca se habrían dado de forma natural. Pero no todo está perdido, no puede estarlo, tenemos que seguir viviendo en esta tierra con la obligación de cuidarla y dejarla lo menos dañada posible para las generaciones que nos siguen. Hay tiempo de parar y cambiar el rumbo. Siempre lo hay y lo que es mejor, hay esperanza en esas nuevas generaciones que ante un problema global han reaccionado tomando las calles para exigir a los Estados que reviertan las tendencias de destrucción con políticas públicas que frenen el deterioro medioambiental. Es el grito del futuro, el de la generación verde que pronto tomará las riendas con una nueva mentalidad.