El cardenal Rouco y el obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino, expresidente y exportavoz de la conferencia episcopal española y dos de los representantes más destacados de su sector más reaccionario y nostálgico del viejo nacionalcatolicismo, se han mostrado ya públicamente junto al núcleo duro del catolicismo enfrentado al papa Francisco por las reformas emprendidas. Un grupo de cardenales y obispos empeñados en seguir el camino doctrinal más involucionista para eliminar los restos que aún permanecen de las ideas del Concilio Vaticano II y retrotraer a la Iglesia al anacrónico Concilio Vaticano I con la imposición de amonestaciones, castigos y el ostracismo del silencio como principales argumentos. Destacan también por su resistencia a asumir responsabilidades por los miles de abusos sexuales a menores durante décadas que se han destapado por todo el mundo, incluida Navarra, como viene publicando DIARIO DE NOTICIAS ante la inacción del Arzobispado. Balones fuera y grotescas excusas ante la realidad de graves delitos encubiertos durante años. Y también por utilizar ahora la posibilidad de que el Vaticano aborde la situación de los sacerdotes casados y el celibato sacerdotal como arma arrojadiza contra Francisco. Rouco, Camino y otros son la cara de esa iglesia como una simple institución terrenal de poder y miedo. Hay otra iglesia cristiana, la que trata de recuperar y reactivar el papa Francisco, con obispos, sacerdotes, religiosas y seglares centrada en el mensaje evangélico de Jesús, pero que aún hoy, como casi siempre, se persigue e intenta silenciar. Es la diferencia entre la iglesia como comunidad de personas y la iglesia como institución política y económica. “La Iglesia ha traicionado a Jesús. Esta Iglesia no es la que Jesús quiso. Ésta es la idea que tengo ahora, viejo y medio ciego, en espera de la muerte”. Son palabras de hace ya unos años del jesuita y teólogo Jon Sobrino antes de la llegada de Francisco al Vaticano. Parece claro cual de esas dos iglesias tiene que ver con lo que enseñó Jesús y no parece ser la de los autodenominados rigoristas -parecidos a los fariseos que condenaron a Jesús- de tipos como Rouco y Camino.