Leo que los partidos tampoco han llegado a un acuerdo para consensuar medidas que abaratasen el coste de la repetición electoral. Y creo que es otro intento de desviar la atención de la opinión pública de lo realmente sustancial de que haya que celebrar nuevas elecciones seis meses después de los comicios del 28-A: las responsabilidades políticas de quienes han fracasado en su obligación de formar Gobierno con los resultados de la voluntad democrática en las urnas de abril. En realidad, las medidas que se han puesto a debate eran mínimas -limitar la publicidad exterior o unificar el envío de papeletas a los domicilios del los electores-, y apenas hubieran rebajado el coste de esta repetición electoral. Insisto, creo que se trata de otras cosas. Otro ejemplo de ese intento, creo que vano, de atenuar el hartazgo y el descreimiento de la ciudadanía con la política española actual con medidas de apenas efecto político y social real. Una burda zanahoria más para tratar de introducir un nuevo debate en la sociedad que mitigue las críticas a la irresponsabilidad de los principales dirigentes por el bloqueo político actual. Y de paso, también intentar colar unas propuestas que beneficiarían únicamente a los grandes partidos, que son los que tienen garantizado el acceso y presencia masiva hasta las elecciones en los espacios de los grandes medios de comunicación públicos y privados, y perjudicarían claramente a los más pequeños, que con esas medidas hubieran visto aún más reducida su capacidad de visualizar su presencia en la campaña electoral. En el caso de Navarra, desde UPN a Geroa Bai o EH Bildu, por ejemplo. Además, de que incide subliminalmente en un mensaje peligroso que lleva goteando como lluvia fina desde amplios sectores de poder y que señala a la democracia siempre en negativo. En este caso, como un pesado coste económico inútil. El derroche y el despilfarro de los recursos públicos obviamente no está en el coste de unas elecciones -unos 140 millones de euros-, sino en los miles de millones de dinero público que llevan años perdiéndose en los entresijos de la corrupción o destinados a todo tipo de negocios privados, obras inútiles, agresión medioambiental, operaciones especulativas, etcétera. Ha sido el fracaso de una chapuza y otro síntoma de la impostura de una política que deambula a golpe de ocurrencia sin apenas nada sustancial ni nuevo que ofrecer a la sociedad que está llamada a votar de nuevo. Eso es realmente lo preocupante de este 10-N que viene.