o sé si de esta crisis sanitaria de la covid-19 la humanidad saldrá mejor o peor. Ni tan siquiera si aquí en Navarra percibiremos cambio alguno en ese sentido. De hecho, no creo que esa duda tenga una respuesta. Más bien pienso que todo seguirá igual en la forma de ser y encarar la convivencia social. Tampoco me parece que a estas alturas despejar esa cuestión sea lo fundamental. Se trata más bien de que, al margen de que seamos mejores o peores, más altos y más guapos, o lo altos y guapos de siempre, la planificación de la salida de la crisis sea lo más humana posible. Eso ya sería un paso importante hacia una sociedad mejor. Las decisiones económicas, laborales, fiscales y presupuestarias que se adopten las próximas semanas en Navarra, en el Estado y en la UE van a marcar buena parte del rumbo hacia un futuro cada vez más cercano. Los nubarrones que se avecinan auguran una nueva y profunda crisis económica y social. El mensaje es, por ahora, no dejar a nadie atrás. Está bien como idea-fuerza, pero en realidad ya han quedado atrás muchos millones de personas desde la crisis de 2008. Sobre todo, mayores de 45 años en un desempleo cronificado y generaciones jóvenes atrapadas en una precariedad laboral y salarial que les dificulta, cuando no impide, su desarrollo personal, social y vital. Fueron los grandes perjudicados de la anterior crisis y han sido los primeros de nuevo en sufrir las consecuencias de esta nueva crisis. Quizá esa deba ser la prioridad básica. Planificar la reactivación económica, las previsiones formativas y académicas, la reorganización del modelo industrial y laboral y las políticas de convivencia -desde la vivienda o a educación a la igualdad de oportunidades- situando las nuevas generaciones en una posición prioritaria. También activar un ejercicio de solidaridad intergeneracional que permita a los jóvenes vislumbrar un futuro que les pueda garantizar un modelo de vida satisfactorio y destierre esa sombra de pesimismo que arrastran desde hace ya una década larga. Unas políticas públicas fuertes en sanidad, educación, formación, inserción laboral, equilibrio territorial y que fomenten y apoyen los nuevos nichos de negocio y de investigación y también nuevos modelos de convivencia más humanos y solidarios y menos consumistas exigen valentía en la toma de decisiones y en la planificación de las medidas. Que los jóvenes sean un objetivo básico de las mismas es una garantía de futuro también para las generaciones anteriores. Se trata de evitar que otra generación esté desde ya condenada a vivir en peores condiciones sociales que sus padres de forma inevitable. Evidentemente, la Tierra seguirá rotando sobre su eje se tome un camino o el contrario para buscar soluciones a la crisis socioeconómica actual, pero las consecuencias humanas y sociales de un camino u otro no son las mismas. Son más bien contrarias. El modelo que se impuso en 2008 se ha saldado con un gran fracaso. Merece la pena reflexionar e intentar otro modelo que ponga a las personas, sus necesidades, oportunidades e inquietudes en primer lugar. Este mundo no es necesariamente el lugar feliz de los sueños inútiles, pero hay recursos económicos, monetarios, culturales, científicos y tecnológicos para evitar que sea un mundo irremediablemente infeliz sometido a la brutalidad, la explotación y la pobreza. Anteponer el bien común general al interés particular.